Hasta hace unos cuantos años todavía se decía en nuestros pueblos: “un vaso de agua no se niega a nadie”. Y en efecto en cualquier lugar al cual se llegaba podía obtener un vaso de agua para calmar la sed. Antes era normal que hasta en el comedor más humilde le sirvieran agua como cortesía de la casa. Esos tiempos se fueron. Hoy en cualquier caseta o glorieta como les llamamos están a disposición las bolsas de agua que las venden por 3 lempiras. También están a la disposición los botes de agua que van desde diez hasta 18 lempiras el litro, según el lugar donde lo compre. Si es en el estadio la bolsita de agua le puede costar cinco lempiras y el medio litro en bote veinte. Es decir, más caro que la leche o el jugo de naranja.
Con razón unos ganaderos de Olancho compraron una envasadora, pero en vez de leche envasan agua, les resulta mucho mas ganancioso. Los dispensadores de agua desaparecieron de los pasillos de los centros educativos y de todos las dependencias del Estado. Es realmente raro encontrar un lugar donde se pueda tomar agua sin comprarla.
Ni pensar que podamos conseguir una fuente en los parques o plazas, en las terminales de buses, centros deportivos u otros lugares de concentración. Esto se da incluso en los lugares donde el agua es abundante y el servicio por tubería es permanente. Definitivamente esta actitud de desaparecer el agua para tomar de los lugares públicos es una política que favorece a los comerciantes del vital líquido.
Agua para el público
Tenemos derecho a gozar gratuitamente agua aceptable para tomar en todos los lugares públicos como escuelas, colegios, universidades, hospitales, centros de salud, terminales de transporte y en todas las dependencias estatales. De igual manera debería ser un derecho del consumidor al visitar cualquier centro comercial, tal como se hace en algunos con propósito de agradar al cliente.
Por otra parte, se ha vuelto cada vez mas frecuente el consumo de agua en botellones en las colonias donde antes se tomaba el agua directamente de la tubería.
Pareciera que a propósito se deterioran los sistemas para volvernos clientes de las embotelladoras. La verdad es que muchas comunidades con un poco de inversión pueden volver el agua, que llega por tubería, apta para el consumo humano. Esto sería de gran beneficio para la economía familiar. Pero la costumbre hace ley. Sabemos de muchos lugares donde el agua de la llave es buena para beber y la gente sigue esperando el carro repartidor.