Un colegio para el pueblo: El Perla del Ulúa

En 1979 Da­goberto Padi­lla impulsó la lucha por crear el pri­mer Instituto Oficial de El Progreso, el Perla del Ulúa, para que el pueblo progreseño pudiera acceder a educación me­dia gratuita.
Dagoberto fue presidente del Consejo Central de Estudiantes del instituto (privado) El Progre­so, el cual estaba afiliado a la Fe­deración de Estudiantes de Se­gunda Enseñanza, FESE. El 15 de septiembre de 1979, mientras en la calle del comercio se hacía los desfiles de bandas de guerras, en la Biblioteca Pública Juan Ramón Molina se organizó el frente pro oficialización del insti­tuto, conformado por las organi­zaciones populares de El Progre­so, de la cual Dagoberto fue presidente. El primer paso que dio fue recuperar la tierra para que se construyera el edificio que implicó la toma del terreno y acciones en Tegucigalpa.
En los primeros años el Instituto era semioficial y en la medida que avanzaba el Frente pro-oficialización, se logró conseguir un espa­cio de varias aulas en la que aho­ra se llama Escuela Jaime O’ Leary, donde Dagoberto fue el administrador y se esmeró por el desarrollo de la institución. Luego se inició la recuperaron de tierras de lo que ahora son las Colonias Mangandí y Suazo Córdova, y en esa lucha se incluyó un terreno de 15 manzanas para que funcio­nara el Instituto Perla de Ulúa.
Las primeras matriculas se hicie­ron en las oficinas del Sindicato de Trabajadores de la Tela Rail Road Company (SITRATERCO), donde pobladores, vecinos y ami­gos llevaron bancos de madera, y sillas armadas con tablas y blo­ques de concreto, se cuantificaron 420 matrículas iniciando las cla­ses en los turnos vespertino y nocturno.
Cuando iniciaron las clases en el terreno recuperado, las vacas co­rreteaban los alrededores de las aulas, ya que aún eran potreros. Para 1982 se construyó el primer módulo con cinco aulas, en las tierras asignadas, donde funcionó la secretaría y el área administra­tiva.
El profesor Edgardo Romero, re­cuerda que en aquel entonces, mientras armaban los documen­tos de la matrícula del Instituto, y llegaba la hora del almuerzo, sólo comían tortilla con sal, a lo que Dagoberto le ponía siempre un tono jocoso para ambientar. Asi­mismo doña Marina Bardales, re­presentante en aquel entonces de los padres de familia del Perla, cuenta que en un viaje a Teguci­galpa como no tenían dinero para comer en un comedor, en una trucha compraron pan con chorizo para almorzar.

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