Obrera maltratada por su marido y despedida de la empresa

El maltrato físico y emocional propinado por su marido, Carlos Enrique Díaz, obligó a Ana María a ausentarse de sus labores, con el permiso verbal de la Jefa de Recursos Humanos de la empresa, pero eso fue aprovechado para despedirla de su trabajo.

Ana María laboró duramente cuatro años consecutivos hasta enero pasado en la fábrica de ropa intima Sara Lee Intimates, ubicada en ZIP Buena Vista, en el municipio de Villanueva.

Llevaba poco tiempo de haber regresado de su periodo postnatal de su cuarto hijo y por exigencias del trabajo, había interrumpido el periodo de lactancia materna que legalmente le corresponde, para evitar reclamos y adaptarse al “sistema de flujo continuo” que se impuso recientemente a las obreras y que vino a afectar negativamente reduciendo sus salarios.

SIN TRABAJO, SIN INGRESOS, SIN APOYO Y CON CUATRO HIJOS

“El lunes 27 llegué bien golpeada a la fábrica y hablé con la jefa de Recursos Humanos, le conté lo que había pasado y ella me dio permiso para ir a la Fiscalía de la Mujer, y me dijo que denunciara a mi marido”, relata la obrera.

Ese día Ana fue a San Pedro Sula y denunció el caso, pero advierte que su propósito no era que llevaran preso a su marido, sino que se le brindara protección a ella.

“Yo estaba muy mal con dolor en los ojos, me dolía mucho la cabeza, los brazos y todo el cuerpo donde me había golpeado mi marido, no tenía quien me cuidara los niños, tenía temor de que él regresara al cuarto donde vivo. Por eso no fui a trabajar al siguiente día, pero le mandé a avisar a la licenciada Norma Pinto, la Jefa de Recursos Humanos, creí que ella entendería mi problema…”, dice angustiada Ana María.

La obrera buscó atención médica en Villanueva, Cortés y le dieron tres días de incapacidad, como consta en la certificación, extendida por el médico con serie número 013767.

UN DURO GOLPE DESPUÉS DEL MALTRATO EN EL HOGAR

Ana María no se había recuperado del todo cuando regresó a la fábrica con la idea de seguir trabajando, pero su jefa le dijo que regresara al día siguiente porque tenía “un serio problema” y no la podía atender en ese momento.

“El siguiente día cuando regresé me preguntó: ¿Qué te hizo ese hombre?, me golpeó toda, le dije, me sacó sangre de la nariz, me dejó los ojos inflamados, tenía un coagulo de sangre que no me dejaba respirar bien todavía”. ¿Y no te da pena andar así?, me dijo; ¿Para que pariste tantos hijos, porque no planificaste?, entregame la gabacha, entregame la tijera y el carnet… la tijera la había pagado yo”, comentó la joven obrera.

“Yo sentí más duro que me botaran del trabajo, sentí peor el despido que la golpeada que me dio el hombre, la golpeada ya me pasa, pasa el dolor y todo… y ahora, ¿cómo hago?, no tengo a nadie que me ayude…”, se lamentó.

SU SUEÑO ES TENER UNA CASITA

En sus siete años como obrera en la maquila Ana María no pudo ahorrar el dinero para pagar la prima de un solar. Comenzó como obrera a los 15 años y ahora a sus 23 años que es madre de cuatro hijos es cuando más siente la necesidad de contar con una vivienda propia. Su salario le ajustaba nada más para sobrevivir, según sus palabras.

Debido a las largas jornadas de trabajo en la maquila a sus hijos les ha dedicado muy poco tiempo y ahora que puede estar con ellos la situación es más complicada porque al despedirla de su trabajo en Sara Lee no le entregaron ni el sueldo, ni sus prestaciones laborales.

La obligaron a firmar documentos que asegura ni siquiera tuvo tiempo de leer y le dijeron que sus derechos laborales quedaban a cuenta del préstamo de cinco mil lempiras que le adeudaba a la cooperativa y aun así quedaba debiendo más de mil lempiras los cuales se los deducirán a la persona que le sirvió de aval para obtener el préstamo.

Su sueño es tener una casa propia para vivir con sus hijos “con el dinero del préstamo que saqué el año pasado en la cooperativa quería mandar a hacer un cuartito de madera aunque sea de lomos, en el solar de mi mamá, pero se me enfermó el niño chiquito y tuve que gastar en el tratamiento, por eso solamente pude mandar a quebrar la piedra para hacer los arranques y así me quedé. Gracias a Dios aquí tengo a mi hijo vivo”, expreso resignada Ana.

La Obrera paga mensualmente 800 lempiras por el alquiler de una habitación pequeña, en una cuartería de Villanueva, cantidad que equivale al salario que gana una obrera trabajando durante más de 10 días. Desde luego ella no cabe dentro del tan publicitado proyecto del presidente Maduro “Viviendas para la gente”.

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