Llevo unas tres décadas observándola, queriéndola y respetándola por su vida, por sus actos, que son espejo vivo de cómo ha sabido lidiar con la inveterada escasez de recursos institucionales para balancear las responsabilidades familiares con las profesionales. No está de más dejar bien dicho que he sido testiga del modo en que ha encarado, en ese mundo académico nuestro en el que predomina la inequidad, las condiciones desfavorables para el ejercicio de la profesión. Siglos de misoginia, sumados a estos primeros cincuenta y pocos de mi amiga y los míos, no se borran fácilmente.
De ahí la excepcional fortaleza de María Elena, que a sus 24 años egresa como Licenciada en Trabajo Social, de la Universidad Nacional de Colombia en su sede de Manizales, en donde adquirió, además de conocimientos, principios. En ella se forjaron tempranamente lo que serían los fundamentos de su praxis, en nombre de los cuales no ha claudicado ni un solo día de su vida: el respeto a las funciones de la Universidad pública, impulsando toda acción que articule la docencia con la investigación y la extensión (o, como se dice hoy, de vínculo con la sociedad), con las causas populares y de las mujeres.
Sin embargo, su empeño por adquirir conocimientos que le permitieran discernir sobre su materia y profundizar en la comprensión de la problemática de la mujer la llevó a estudiar más y mejor. Hizo su Maestría de Trabajo Social en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y dos Diplomados en Políticas Públicas desde la Perspectiva de Género, uno de ellos cursado en el Instituto Mora de México y el otro en UNITEC dirigido por FLACSO, Argentina.
Desde sus cátedras en la Facultad de Ciencias Sociales ha fomentado la labor científica, ha refrendado convocatorias para el trabajo académico a docentes investigadoras/es y ha generado el interés por la investigación de la problemática de la mujer en cada una/o de sus estudiantas/es. Méritos más que suficientes para que hoy sea reconocida como figura ejemplar en nuestros afanes por dignificar la academia y la investigación en la UNAH. Dicho sea esto con todo cariño pero también con toda la admiración que le profeso.
Siendo Vice-Directora del CUEG luchó por optimizar el proceso de evaluaciones de los docentes, un desafío tan arduo y que aún requiere del compromiso personal y profesional de los mismos docentes para abrir puertas, grandes y anchas, por donde tenemos que entrar por igual mujeres y hombres al mundo del conocimiento.
En este mismo contexto, la labor de María Elena como miembra del Consejo Local de Carrera Docente siempre se encaminó a poner sobre el escenario la necesidad de que la UNAH mejore los procesos de contratación, nombramiento y reclasificación. También ha sido una voz crítica en el seno mismo del Consejo Universitario como representante del Claustro de Profesores, tanto del CUEG como de la Facultad de Ciencias Sociales, espacio desde el cual ha llamado la atención valientemente sobre las arbitrariedades y la corrupción imperante en la Institución.
No requiero dar más detalles, es por demás, la miro y la admiro y no puedo más que agradecerle por su existencia y las insto a que celebremos este momento tan especial en que podemos desearle un feliz cumpleaños y larga vida.
25 de abril de 2010
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Anarella Vélez
Académica