Moisés y los derechos humanos
Jorge Sierra.– Realizo estudios de Ciencias Jurídicas. Profesor en Ciencias Sociales graduado en la Escuela Superior del Profesorado “Francisco Morazán “. Procurador del Comité Regional del Comité de Derechos Humanos (CODEH. Falleció el 13 de abril de 1995.
No se imagina, Moisés, las dificultades para escribir estas letras en su memoria. Nunca podría creer las veces que destruí páginas y páginas donde intentaba dibujarlo. Apenas terminaba unos párrafos y me daba cuenta de que el asunto no marchaba porque Usted no era ése que aparecía, frío y distante, ante la evocación de las palabras. Créame que no era cuestión de vanidad de escritor a la fuerza, sino algo mucho más intenso; era que no lograba encontrar el tono conveniente, la perspectiva justa, para presentarlo tal como lo viví. Es decir para mostrar la fuerza de su amistad.
Al fin descubrí cuál era la dificultad. Sucede que yo no puedo hablar de Usted en pasado, que no acepto recordarlo a través de unos retazos de memoria como conviene al difunto, que me niego a escribirle una lápida.
No queda más remedio, pues, que reiniciar la interminable plática que ya nos dura más de catorce años. Hoy conversaremos nuevamente de los Derechos Humanos, que es hablar de todo, de la patria, del sufrimiento de nuestro pueblo, de la esperanza y del deber y de ser mejores en el compromiso.
Creo que nunca como hoy nuestra comunicación será tan íntima, pues ya no sólo compartiremos el café y las convicciones. Ahora comulgamos el sol ardiente de los que cumplen sus tareas a pie y la dulce sensación de pertenecer “de a deveras” a un pueblo que pudo esculpir a un Pavón y a Usted. ¿Cuándo fue la primera vez que platicamos de mejorar el trabajo del CODEH en San Pedro Sula? ¿Recuerda cómo nuestras preocupaciones volvieron a coincidir? Usted en la búsqueda de un teatro nuevo que rebasara los límites del espectáculo y yo preocupado por la efectividad de los talleres en la promoción de los Derechos Humanos. Bien me acuerdo cómo, a lo largo de esas horas, nos fuimos entusiasmando con la posibilidad de un teatro de los Derechos Humanos que no sólo fuera un excelente instrumento difusor, sino que también convirtiera a los actores en formidables activistas en la defensa del pueblo.
Esto todavía no ha podido ser, Moisés, pero ya verá cómo terminamos, tarde o temprano, por conseguirlo.
Podríamos continuar evocando muchas cosas más relacionadas con su compromiso en la lucha de los Derechos Humanos. Como aquellos talleres en las instalaciones semiconstruidas, agobiados por el sudor y el polvo. Saliendo adelante gracias al entusiasmo y la convicción que Usted y Miguel Ángel prodigaban… Miguel y Usted, esa amistad predestinada, inevitable, ordenada por el compromiso de hombres gemelos que fueron gestándose en la ternura y la solidaridad por todo lo humano. Y qué decir de incontables foros, marchas y vigilias por la vida, por devolver el sol a las madres de los desaparecidos, para contener la furia de los tigres y el cinismo de las hienas. Sin embargo, Usted no puede ser medido únicamente por los hechos. Usted no es equivalente a los teatros fundados ni a las organizaciones a las que perteneció. Su compromiso con los derechos humanos se revela con plenitud más allá de la obra material. Se vuelve nítido en los infinitos pasos de andarín que comprende la imprescindible actividad de la hormiga en la construcción del futuro.
Se expresa en la consistencia del sonámbulo por el cambio, que no sabe de horas para descansar, en las tareas de hincarle espuelas al tiempo para tomarle sabor a la patria nueva. Que no se equivoquen buscándolo en las tribunas. Usted no gustaba de vitrinas. Que tampoco pregunten por usted en el limbo del escepticismo ni en las telarañas del miedo. Nunca esos rincones fueron propios para albergar la luz de sus sonrisas. A usted se le podrá hallar siempre… en la primera fila, allá donde la vida duele, donde la rebelión busca sus parteros.
Pero es demasiado seguir hablando del pasado con un experto resucitador como Usted. El presente-futuro es el tema obligado de conversación. Es en el hoy donde germina el mañana donde Usted muestra su prodigiosa destreza para perpetuarse. Un hoy que a pesar de sus dificultades, le arrancaría relámpagos de felicidad. ¿Cómo no iba a sonreír cuando sus entrañables compañeros de San Pedro Sula iniciarán la unidad del movimiento popular? Unidad para la cual Usted preparó incansablemente el terreno, con su respeto a la diversidad popular y la inteligente convicción que sabe diferenciar lo esencial de lo superfluo.
Claro que en el camino hay muchos escollos; precisamente son esas dificultades las que reclaman su presencia. Hoy como nunca necesitamos de su optimismo movedor de montañas, de su terco compromiso con la justicia. Porque Usted no nos puede fallar es que tenemos la certidumbre de superar el sectarismo y la ceguera. Aquí, en esta ciudad, testigo de su sacrificio, hay cada vez más moiseses dispuestos a no escatimar “ningún esfuerzo o sacrificio para conseguir la abolición de la injusticia y el establecimiento de la paz para todos”. EN ESO QUEDAMOS.
Publicado en Tragaluz Nº 23, enero-mayo 1990.
Comunicación Comunitaria
Sábado 16 de enero