Una decena de familias maneja la política del país desde hace 50 años – La vieja oligarquía terrateniente ha sido sustituida por un nuevo empresariado
No hay enemistad entre árabes y judíos. Los Rosenthal comparten con el resto las instalaciones del Club Árabe de San Pedro Sula, la ciudad más industrializada. Estudian en los mismos colegios, acuden a las mismas bodas y a los mismos entierros. A veces discrepan educadamente en cuestiones políticas. Pero en cuanto al golpe de Estado del 28 de junio, casi todas las grandes familias lo respaldaron.
El presidente depuesto, Manuel Zelaya, venía señalando desde 2007 a algunos de estos empresarios, culpándoles del atraso de Honduras. Aún hoy, Zelaya se muestra convencido de que fueron los grandes grupos empresariales, y no el presidente de hecho, Roberto Micheletti, ni los militares, quienes impulsaron el golpe. “Tanto Zelaya como el presidente electo, Porfirio Pepe Lobo, pertenecen a la aristocracia rural, las familias de terratenientes que vieron menguar su riqueza poco a poco hasta llegar a la década de los sesenta, en la que los empresarios palestinos y judíos alcanzan su máximo esplendor”, indica Manuel Gamero, director del diario Tiempo.
“De las grandes familias, sólo los Rosenthal, dueños del diario Tiempo y una de las más poderosas, mantuvieron una posición más crítica al golpe, pero sin un compromiso a favor de Zelaya que fuera decisivo. A diferencia de los palestinos, los Rosenthal han participado abiertamente en política. Yani Rosenthal fue ministro de la presidencia con Zelaya, la cartera más importante, hasta que Zelaya empezó en 2007 a asociarse con Hugo Chávez y entonces Rosenthal se salió del Gobierno”, indica el analista Manuel Torres Calderón.
“Yo me salí del Gobierno porque quería postularme como candidato presidencial por el Partido Liberal”, explica el propio Yani Rosenthal. “Y no creo que sean sólo unas 10 familias que acaparen tanto poder. Son más, no sabría decir cuántas. Es cierto que, aunque la propiedad de los medios de comunicación cada vez está en manos de más gente, aún hay mucha concentración. Los tres principales canales de televisión pertenecen a una misma persona. Zelaya se enfrentó a los propietarios de los medios y sólo tuvo el apoyo de nosotros, los Rosenthal. Pero el enfrentamiento no vino por Hugo Chávez, sino por el salario mínimo. Zelaya lo aumentó en un 66%. Yo le dije que eso era demasiado. Pero él siguió adelante. Abrió una guerra con los medios. Y después vino Chávez a Honduras en el primer semestre de este año y pronunció dos discursos incendiarios contra la oligarquía y los pitiyanquis. Y entonces más empresarios se volvieron contra Zelaya, que los atacaba desde la televisión estatal y desde un diario que fundó”.
La independencia de los periodistas parece un concepto demasiado lejano en Honduras. En la primera conferencia de prensa que ofreció el martes el presidente electo, Porfirio Lobo, se podían oír los aplausos de varios reporteros hondureños.
“Todos los propietarios mezclan una gran variedad de negocios (bancos, aseguradoras, exportadoras, procesadoras, empresas de telefonía y cable, transmisión de datos inalámbricos, comercializadoras de agua, etcétera). Ése es uno de los principales problemas que afectan a la calidad de la libertad de expresión en Honduras, porque los medios se convierten en punta de lanza de los otros negocios, muchos de los cuales tienen como cliente al Estado o requieren del favoritismo del Estado para ser lucrativos”, explica Torres Calderón en el libro Poderes fácticos y sistema político, redactado por cinco autores.
“Nos hemos llevado seis meses de campaña para estas elecciones del 29 de noviembre”, explica el economista Julio Raudales. “Es demasiado para un país tan pobre como Honduras. A cada partido le pudo haber costado unos 20 millones de dólares [unos 13 millones de euros] su campaña. Eso lo pagan los empresarios. Y es lo menos malo que puede pasar, porque si no lo harán los narcotraficantes. Después los empresarios se cobran su peaje y deciden quién debe ocupar ciertos cargos. Pero si ha habido algo bueno tras los sucesos del 28 de junio es que la gente ha adquirido mayor conciencia social”.