Ignorando todo postulado democrático, que supuestamente pregona desde los últimos 200 años, tiró a la basura los derechos humanos y los internacionales, y se olvidó de las promesas de apoyo al depuesto presidente Manuel Zelaya. Así, desoyendo los clamores de la resistencia popular hondureña y la opinión de la mayoría de los países del mundo, el Gran Patrón apoyó a los golpistas para celebrar unas elecciones presidenciales ilegales, y hoy Honduras tiene un nuevo lobo como presidente.
Esta vez no mandaron a los marines sino 800 contratistas de origen hispano de los servicios de inteligencia, así como un numeroso grupo de cubanos de Miami para “ayudar a evitar el desorden durante las elecciones”, lo que en realidad significaba amedrentar a la población. Y lograron, junto con 30,000 soldados y policías nacionales desplegados en las calles del país, imponer al supuesto ‘candidato de oposición al golpe de Micheletti’, Porfirio Lobo Sosa del Partido Nacional. Por supuesto que su hombre ganó, dicen que con el 61 por ciento de votos escrutados y que obtuvo el 55.9 por ciento frente al 38 por ciento del candidato de Micheletti, Elvin Santos del Partido Liberal. Lo que no dicen es que hubo gran abstención, entre 65 a 75 por ciento de los electores. Es decir, el pueblo no votó.
Ya se sabía esto, y también que Alan García y Álvaro Uribe, los presidentes que se disputan los favores del Gran Patrón, se precipitarían en reconocer las elecciones repitiendo instrucciones de Hillary Clinton, sobre la ‘utilidad de las elecciones para deshacerse de las dictaduras’. Costa Rica, Panamá, Japón e Israel confirmaron su fidelidad a Estados Unidos reconociendo también la legalidad de lo ilegal. Así Porfirio Lobo no podía no ganar, y la oligarquía hondureña lo festeja.
Hijo de prósperos terratenientes, y curiosamente ex miembro del Partido Comunista con preparación en la Escuela de Cuadros de Líderes Comunistas en la ex Unión Soviética se convierte en el privilegiado de EE.UU. Ya en 1980, cuando “Pepe”, como lo suelen llamar a Porfirio Lobo, renunció al Partido Comunista y se integró al Partido Nacional de extrema derecha, se sospechó que era infiltrado de la CIA. Nadie sabe si le guió la ideología o sus ambiciones personales, pero finalmente llegó a trepar la escalera del poder en Honduras.
Mientras tanto, el legítimo presidente de Honduras, Manuel Zelaya queda atrapado y sin salida en la embajada del Brasil en Tegucigalpa, traicionado por Barack Obama y por Hillary Clinton en quienes depositó sus esperanzas de justicia. No pudo percatarse a tiempo que el golpe de Estado, su destierro en Costa Rica e inclusive su retorno a Honduras para aislarlo fue planificado por el Gran Patrón, engañándolo con promesas de apoyo.
La oligarquía retomó el poder en Honduras pero el movimiento de resistencia también se fortaleció y la lucha seguirá mientras la injusticia y la pobreza estén dominantes. Los países del ALBA también están avisados de las batallas que les esperan.