LOS VIENTOS DE REVOLUCIÓN
En 1872 en Chicago miles de obreros, sin hogar y hambrientos a causa del “Gran Incendio” hicieron manifestaciones pidiendo ayuda. Muchos llevaban en pancartas inscritas las palabras “Pan o sangre”. Recibieron sangre. Corridos al túnel debajo del río Chicago, fueron balaceados y golpeados.
Así mismo en 1877 la gran ola de huelgas se extendió por las redes ferroviarias y prendió huelgas generales en los centros ferroviarios, entre ellos Chicago.
Después de 1877, obreros y capitalistas entendieron que pronto estallarían nuevos conflictos. En el horizonte la burguesía veía una “Comuna americana” y preparaba medidas sangrientas para reprimirla; de igual manera los obreros se preparaban para enfrentar la represión.
En ese entonces los sindicatos eran redes semi legales (en la práctica, completamente ilegales) en las fábricas. La policía rutinariamente dispersaba las reuniones de los trabajadores, golpeando y encarcelando a los organizadores.
En aquel momento hacer huelga quería decir hacer guerra con todos los poderes de la sociedad.
Chicago dio a luz un mundo particularmente radical. El núcleo del Sindicato Central de Trabajo (la mayor de las redes sindicales en competencia) lo constituían revolucionarios. Ellos circulaban una prensa verdaderamente incendiaria: el periódico bisemanal en inglés de Albert Parsons, el “Alarm”, tenía de dos a tres mil lectores. August Spies era el director Del diario en alemán “Arbeiter Zeitung”, con una circulación de cinco mil ejemplares.
En 1885 el Sindicato Central de Trabajo de Chicago aprobó una resolución que concentra el estado de ánimo de los obreros: “Llamamos urgentemente a la clase asalariada a armarse para poder presentar a sus explotadores el único argumento que puede ser efectivo: la violencia”. Tales llamamientos no eran abstractos. En Chicago, un núcleo
de trabajadores, en su gran mayoría de Alemania, formaron milicias armadas llamadas Lehr und Wehr Vereins (Asociaciones de Estudio y Resistencia) para responder del mismo modo a la violencia de los ejércitos privados de los patronos.
También se formaron el Club Inglés (para los trabajadores angloparlantes), Los Francotiradores de Bohemia (para los checoslovacos) y un grupo francés.
Pronto se dio a conocer lo que se llamaría la “idea de Chicago” que se expresó en un manifiesto anarquista escrito en el Congreso de la “Asociación Internacional del Pueblo Trabajador” (lWPA), en Pittsburgh, en octubre de 1883; proclamó: “Este sistema es injusto, demente y asesino. Así que es necesario destruirlo totalmente con todos los medios posibles y con la mayor energía de parte de todos los que sufren bajo él y que no quieren ser responsables de que siga existiendo debido a su inactividad”…
Este gran movimiento revolucionario que se gestaba en Chicago tuvo como fuentes de desarrollo la grave situación de la clase obrera, la devastadora “Gran Depresión” que duró dos décadas y que se inicio en 1873. El germen revolucionario ya estaba sembrado, pero estratégicamente se plegó al movimiento de las 8 horas, como parte del proceso mismo de desarrollo de la clase obrera norteamericana.
EL MOVIMIENTO POR 8 HORAS
El 19 de marzo de 1886, el Arbeiter Zeitung escribió: “Si no nos movemos pronto para una revolución sangrienta, no dejaremos a nuestros hijos más que la pobreza y esclavitud. Así que prepárense, con toda discreción, para la revolución”. Las Lehr und Wehr Verein cobraron fuerzas; al aproximarse la primavera contaban con más de mil militantes. Se hablaba de milicias de defensa similares en Cincinnati, Detroit, Sto Louis, Omaha, Newark, Nueva York, San Francisco, Denver y otras ciudades.
Al aproximarse el día definitivo, marchas semanales recorrían las calles de Chicago con pancartas así: “La revolución social”, “Abajo el trono, el altar y los adinerados “ y “Obreros ármense”. Durante las marchas nocturnas, con antorchas iluminándoles la cara, los trabajadores cantaban: “Millones de trabajadores están despertando ahí están marchando adelante. Todos los tiranos están temblando, antes de que se desvanezca su poder”.
La víspera del Primero de Mayo, el Arbeiter Zeitung publicó los siguientes pasajes, que muestran el tono de confrontación que imperaba: “¡Adelante con valor! El conflicto ha comenzado. Un ejército de trabajadores asalariados está desocupado. El capitalismo esconde sus garras de tigre detrás de las murallas del orden. Obreros, que vuestra consigna sea: ¡No al compromiso! ¡Cobardes a la retaguardia! ¡Hombres al frente!”.
EL PRIMERO DE MAYO DE 1886
La clase dominante también hacía sus preparativos para la gran huelga, apuntando especialmente al liderato de los trabajadores. El Chicago Mail sacó un editorial ominoso: “Hay dos rufianes peligrosos sueltos en esta ciudad; dos cobardes escurridizos que se proponen armar bronca. Uno se llama Parsons; el otro se llama Spies… Obsérvenlos hoy. No les quiten el ojo de encima. Háganlos personalmente responsables de cualquier problema que ocurra. Denles un castigo ejemplar si ocurren problemas”.
En Detroit, 11 mil trabajadores marcharon en un desfile de ocho horas. En Nueva York, una marcha con antorchas de 25 mil obreros pasó como torrente de Broadway a Union Square; 40 mil hicieron huelga. En Cincinnati, un trabajador describió el mitin inicial: “Solamente llevamos banderas rojas… la única canción que cantamos fue “Arbeiters Marseillaise”… un batallón obrero de 400 rifles Springfield encabezó el desfile. Era la Leher Und Wehr Verein, la sociedad protectora y educacional de obreros aguerridos…. Todos esperábamos violencia, supongo”.
En Louisville, Kentucky, más de 6 mil trabajadores, negros y blancos, marcharon por el Parque Nacional violando deliberadamente el edicto que prohibía la entrada de gente de color. En Chicago, el baluarte de la rebelión, por lo menos 30 mil obreros hicieron huelga.
El “Comité de Ciudadanos” de la clase dominante de Chicago decidió que era necesario crear incidentes para decapitar y aplastar el movimiento. La policía comenzó a atacar a los trabajadores dondequiera que se congregaran.
LOS SUCESOS DE ME CORMICKS
El 3 de mayo sucedió que una parte de los huelguistas junto a sus familiares se congregaron frente a la planta Mc Cormick para recriminar a los esquiroles su actuar, y en eso llegaron las fuerzas del “orden” cargando contra los manifestantes, reprimiendo de la manera mas brutal, disparando sin impórtales que entre ellos había niñ@s, mujeres y ancianos, hubo varios muertos y un gran número de heridos.
LA EXCUSA DE HAYMARKET
Hubo varios grupos que proponían un levantamiento armado en respuesta a los sucesos de Mc Cormick, pero se acordó que fuese una reunión amplia y pacifica en algún lugar abierto para evitar ser emboscados por lo que eligieron Hayma rket, la reunión había transcurrido sin ningún incidente y al tiempo que estaba hablando el último orador se disperso la gente por la lluvia.
Cuando ya quedaban apenas unos cuantos cientos de huelguistas, se presentó un destacamento de 180 policías fuertemente armados, y un oficial ordenó dispersarse, ellos contestaron que era un mitin legal y pacífico en cuanto se volteó el oficial para dar ordenes, en el cielo apareció un objeto luminoso que explotó entre su destacamento matando a uno e hiriendo a varios.
La policía disparó a mansalva contra los huelguistas llenando de sangre las calles, cientos fueron heridos y varios acribillados, un poco después murieron otros 6 agentes por las balas perdidas de sus propios compañeros.
EL FALSO JUICIO
A consecuencia de todos estos sucesos, se inicio el correspondiente proceso. El día 17 de mayo se reunió el “Gran Jurado”, constituido por enemigos de los trabajadores.
El 21 de junio comenzó el juicio, el 20 de agosto se hizo público el veredicto del jurado. Los ocho procesados fueron condenados: Augusto Spies, Miguel Schwab, Samuel Fielden, Alberto R. Parsons, Adolfo Fischer, George Engel y Luis Lingg, fueron sentenciados a muerte.
En julio de 1889 en la Segunda Internacional Socialista, la delegación francesa presentó la iniciativa de que cada primero de mayo, las agrupaciones laborales efectuarían manifestaciones públicas, además de exigir mejoras en sus condiciones de vida.
Fuente: Vida Laboral Edic. # 8. Abril de 2002