Hasta hace poco, en el hospital de área de Puerto Cortés se leía un rótulo: “sala de aislados”. Era un lugar apartado, casi escondido, donde estaban las personas con SIDA. Se hizo un recorrido por el pabellón y se comprobó que la sala de mujeres estaba vacía, lo que permitía que sobraran camas. Éstas, sin embargo, no tenían sábanas, mientras en una esquina había un equipo viejo y obsoleto sobre un piso dañado y sucio. ¿Y los sanitarios? Ya se imaginan cuál era su estado.
En el cubículo de hombres había un paciente respirando con dificultad y arropado con una sábana delgada que dejaba traslucir un cuerpo esquelético. “Aquí uno no se muere por el SIDA sino por las patéticas condiciones de higiene, las depresiones y la discriminación por parte del recurso humano que debe atendernos”, se quejó el enfermo.
Quienes en realidad los cuidan con esmero son facilitadores de Asonapvsidah: los limpian y asisten con medicinas, alimentos y antirretrovirales que los distribuye el Centro de Atención Integral, CAÍ. Según ellos, con la apertura de un CAÍ en las instalaciones hospital rias, que atiende de ocho de la mañana a dos de la tarde, ha mejorado un poco la situación. Otro logro es la capacitación y sensibilización de 200 familiares de las personas con SIDA y el cambio de actitud de muchos sectores poblacionales, más conscientes de que el virus no se transmite con sólo tocar a un paciente.