No es necesario ser “pitonisa” para ver venir las operaciones que fraguan compulsivamente los dueños de los medios golpistas. Harán de todo para aniquilar, desde sus bases materiales hasta sus repercusiones anímicas, el poderío revolucionario de un pueblo que ha tomado la decisión de no tener miedo, de demostrar que “si se pudo” y de garantizar que puede mucho más.
Pero de nada sirve verlos venir si no somos capaces de movilizarnos para defendernos y, sobre todo, para construir un proyecto de comunicación popular, de base, amplio y dinámico, capaz de derrotar desde el principio al arsenal mediático que vendrá acompañado por canalladas sin fin. La oligarquía hondureña se prepara y llama a los “think tanks” más virulentos que operan bajo la escuela de comunicación golpista desde, por ejemplo, Miami. Los oligarcas hacen su alcancía para contratar al belicismo mediático más costoso, y más odioso, que ha esparcido recientemente su veneno en Venezuela, en Ecuador, el Libia… también ahorran para contratar “intelectuales” serviles al golpismo, “periodistas” mercenarios y, desde luego, “analistas” sesudos listos para fabricar matrices ideológicas burguesas capaces de probar que los pueblos no pueden dirigir sus propios destinos y que la clase trabajadora necesita de la moral del patrón y del bienestar del patrón para ser felices.
Si sabemos que la oligarquía se organiza para golpearnos y dividirnos, bien pudiéramos nosotros llamarnos a la unidad y a la organización de la lucha con un plan, desde abajo, que nos deje comprender con toda claridad que la unidad de la lucha en Honduras no es un problema local sino que es una demanda continental. Si Honduras logara en el plazo corto un acuerdo de unidad capaz de incluirse en un programa de lucha revolucionario y verdaderamente democrático, regalaría al mundo, y al continente nuestro, un ejemplo fenomenal que se propagaría muy rápidamente por todas partes. Es así de importante la tarea de la unidad.
Esta es una hora magnífica para los medios alternativos y comunitarios. Hay que probar en la práctica la capacidad de unidad y respuesta inmediatas. Los medios alternativos y comunitarios de todo el continente están obligados a dar una respuesta monumental y contundente. No hay tiempo que perder.
Si ya sabemos que ellos se disponen a descarrilar la lucha que llevó de regreso a Mel Zelaya, nosotros debemos: repudiar permanentemente el Golpe de Estado, monstruosidad inmensa contra los pueblos. Hacer visible que los golpes de estado son golpes contra la clase trabajadora. Exigir justicia y cárcel para los golpistas, exhibir sus nombres y sus rostros. Hacer visible su canallada y garantizar que nunca más opere el engaño. Llamar a la solidaridad internacionalista. Mantener viva la movilización y alertar a la defensa. Exigir, de todos, acción directa, no sólo palabras bonitas. Acción judicial contra un delito de lesa humanidad consistente, entre mil cosas, en traicionar la voluntad democrática del pueblo. Ningún medio alternativo y comunitario debería estar ajeno a estas tareas. Hay que derrotar a los golpistas.
Se trata de actuar organizados, con disciplina de combatientes comunicacionales, por una comunicación democrática que enfrente la obscenidad golpista, en Honduras y en todo el continente. Esta es una de las urgencias de mayor envergadura y desafío. Tenemos a la vista el plan de las oligarquías, tenemos frente a nosotros su calaña y sus servidumbres traidoras. Tenemos a la vista la dimensión criminal de la que son capaces y tenemos a la vista el origen y los fines de sus perversiones asesinas. ¿Qué nos falta?
Urge que nos preparemos para esta etapa y las que siguen. Oportunidad magnífica para que el conjunto de los medios alternativos y comunitarios de toda Latinoamérica también se una y sirva a la unidad del pueblo hondureño. Esta es una oportunidad para sincronizar las agendas y tareas bajo un plan conjunto internacionalista y democrático capaz de influir decisivamente a favor de la unidad. Esta es una hora magnífica para actuar con claridad y sin demora. Es buena la hora. No podemos desperdiciarla.
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía