Seis campesinos fueron asesinados por el ejército, la policía y los ganaderos el 18 de febrero de 1972 en La Talanquera, cerca de Juticalpa, cabecera Departamental de Olancho.
En el 2007 se cumplen 35 años de esa alevosa masacre contra personas que buscaban trabajar para vivir. Los hondurenos que buscamos construir un país con dignidad para todos y todas no podemos olvidar a estos mártires de la lucha agraria.
Los campesinos reclamaban tierras para sembrar y tenían trámites para ello en el Instituto Nacional Agrario (INA). El tiempo de sembrar las milpas se acercaba y el INA no resolvía. Tampoco avanzaba con la reforma agraria en el país, mientras los Ganaderos se reunían a nivel nacional, para oponerse a la misma. Era Jefe de Estado el General Oswaldo López Arellano. La Asociación de Ganaderos de Olancho (AGAO) desde hacía tres años realizaba ataques contra los sacerdotes y religiosos. Por su trabajo a favor de los pobres se les tildaba de comunistas, investigaban sus lugares de trabajo; los calumniaban por el diario “La Prensa” de San Pedro Sula, por la radio, anónimos, letrems en las paredes y reuniones de repudio; y los amenazaban a muerte.
LOS DIAS DEL MARTIRIO
15 de febrero, martes
Comienzan las ocupaciones campesinas. Los representantes campesinos en Olancho fueron llamados al INA en Juticalpa. Les dijeron que los problemas se iban a solucionar pacíficamente. Asimismo, el Jefe de la Zona Militar, había asegurado al Obispo que el ejército no se mezclaría en problemas agrarios.
Pero ese mismo día, el Jefe Regional del INA, Lie. Osear Maradiaga, alcohólico reconocido, ordenó a Tegucigalpa para que mandaran al ejercito a desalojar los campesinos.
16 de febrero, miércoles
Unas 70 familias ocuparon tierras en dos sitios cercanos a Juticalpa: La Empalizada, del cual decía ser dueño el Ingeniero Raúl Díaz Matute y La Talanquera en posesión de José Maria Hernández. Colocaron unos letreros de cartón que decían: “Queremos tierras para trabajar. Queremos paz y justicia. No queremos violencia.”
17 de febrero, jueves
Por la mañana, agentes de la policía que en ese tiempo se llamaba Cuerpo Especial de Seguridad (CES) fueron a decir a los campesinos que se retiraran. Los campesinos aceptaron con la condición de conversar primero con José Maria Hernández
18 de febrero, viernes
Al mediodía, José Maria Hernández ayudó a transportar en su carro a agentes de la policía. Llegaron 95 soldados de la V Zona militar. Los campesinos sumaban apenas 40 varones adultos, además de sus esposas y niños.
Los del ejército los acorralaron, los desarmaron de sus machetes y comenzaron a golpearlos. Eran como a las 2 de la tarde. El Capitán que estaba al mando de la tropa dio la orden de disparar. Unos se tiraron al suelo, las mujeres y los niños se dispersaron en medio de los soldados mientras ellos dis paraban a los hombres que corrían.
La bandera nacional fue destrozada por los soldados. Ellos mismos le pegaron un tiro en la espalda al Sargento Felipe Reyes, quien luego murió cuando lo llevaban para Tegucigalpa. Nadie más de los militares resultó ni con heridas leves. Seis campesinos quedaron muertos, Cinco eran de Potrerillos, otra aldea cercana, que llegaron a solidarizarse con los de La Talanquera. Cuatro quedaron heridos y cuatro fueron apresados. Los demás huyeron por el monte.
Cuando supieron lo sucedido en La Talanquera, los de La Empalizada comenzaron a regresar a sus lugares. Los cadáveres los recogieron hasta las 6 de la tarde en el jeep del Obispo Nicolás D’Antonio conducido por el Diácono Luis Emilio Henao, el mismo que escribió los re¬latos de lo sucedido.