Tengo en las tinieblas de glacial vigilia
la visión de un lago que humea y ondula
hecho de la sangre del martirologio
de San Pedro Sula
viento desolado traeme al oído
el plañir de un perro que en la noche ulula
como preguntando si está Dios de espaldas
a San Pedro Sula.
veo entre las sombras los gigantes dedos
de mano fantasma que a un oso estrangula,
hecha de las manos de los niños muertos
en San Pedro Sula.
6 de julio. El pueblo viste de domingo
y en la más solemne procesión circula
entre la doble valla de machetes torvos,
en San Pedro Sula.
Mientras por ser libre se desangra el mundo
y hace ya dos años que Satán recula,
el monstruo anda suelto por las calles tristes
de San Pedro Sula.
Tienen los gorilas ametralladoras
la sevicia es gozo y el sadismo guía
apurad el cáliz, niños y mujeres
de San Pedro Sula.
Al suplicio siguen la prisión y el éxodo.
Un río de lágrimas el suelo acidula
y se van quedando desiertas las casas
de San Pedro Sula.
Y Tegucigalpa borda los motetes
de una prensa abyecta que al tirano adula,
sobre el cañamazo del fatal silencio
de San Pedro Sula.
Pueblos de la América, silos de futuro,
la fe vuestra es vana, la esperanza nula,
si dejáis impunes crímenes como éste
de San Pedro Sula.
Publicado en México, en el periódico
EL POPULAR, el 20 de septiembre de 1944.
Recopilado por Tomás Brazo Peña