Allá en el sector suroeste del barrio Paz Barahona, propiamente en los campos “Patria (Maraton”, ofrecía sus últimas funciones el famoso circo “Firuliche”.
La verdura, los vegetales y frutas provenientes de la cumbre, Las Peñitas y Tembladeros, en El Merendón, ingresaban a esta ciudad por el lado oeste pasando por el costado sur del hospital del Norte, hasta llegar al mercado, recorriendo la polvorienta séptima calle; precisamente por esa vía desfiló una manifestación de personas, convocadas para concentrarse en la tercera avenida, frente al salón “Tropical”; para escuchar las piezas oratorias, traducidas en discursos, que pronunciarían el Dr. José Antonio Peraza, don Presentación Centeno, doña Visitación Padilla, la profesora Graciela Bográn y el estudiante Juan Fernando López; como principales oradores, para manifestar públicamente su inconformidad y protesta por los vejamenes infligidos al pueblo hondureño por el régimen del doctor y General Tiburcio Carías Andino.
Como corolario se pretendía pedir la apertura democrática a través de elecciones libres; lo cual no se logró, pues el ambiente estaba muy tenso, ya que se había corrido el rumor de que los liberales planeaban tomarse los cuarteles de la policía ubicados una cuadra arriba del punto de concentración; y, el cuartel militar a tres cuadras al norte, frente al parque central.
Aquel tenebroso seis de julio policías y soldados muy nerviosos y con delectación sectaria tomaron posiciones estratégicas, rodeando la manifestación; en el momento menos esperado, precisamente cuando el Dr. Peraza iba a pronunciar su discurso sonaron los primeros disparos de fusil, seguidos por el tableteo de las ametralladoras disparadas indiscriminadamente contra la multitud de manifestantes.
De enfrente de la tienda de Larach, donde estaba la Droguería Nacional en la que laboraba como cajera la señorita Santamaría, Reina de la Feria, ésta salió al oír los disparos y fue abatida, casi partida en dos por la ametralladora, entonces fue cuando ocurrió lo aberrante de esta masacre.
Fue cuando un individuo apodado “ Mico eléctrico”, cuyo nombre se reserva por no herir susceptibilidades, tomó un fusil con bayoneta calada y con la misma levantó las faldas a la joven Santamaría, que yacía agonizante en la esquina de la Droguería; y con saña y alevosía le introdujo la bayoneta en la vagina y con fuerza la rasgó hasta la altura del ombligo.
Esta macabra escena quedó grabada en forma indeleble para siempre en las mentes infantiles de quienes fuimos testigos presenciales de aquella barbarie. Poco después fue ejecutado otro dantesco acto: En volquetas recogieron los cientos de cadáveres, fueron trasladados hacia el barrio La Guardia y lanzados a una hondonada formada por el paso incesante de la quebrada “La Primavera”, precisamente allí donde se encuentra la panificadora Bimbo y algunos beneficios de café, entre los cadáveres habían algunos aun con vida, una vez apilados allí les rociaron con gasolina, contenida en barriles; y, les prendieron fuego, eso fue dantesco, ante la delectación sádica de los que ejecutaban esta acción y el estupor de los curiosos.
El hospital del Norte, bajo la dirección del doctor Eugenio Matute Cañizales, estaba saturado hasta en los pasillos por centenares y centenares de heridos.(
Se dice que a algunos les aplicaban una inyección letal para aprontarles su muerte. En horas de la tarde de esa fatídica fecha, como llanto caído del cielo, cayó una llovizna lavando la sangre derramada por los mártires; los bomberos concluyeron la labor de limpieza de la recién pavimentada avenida.
La historia de Honduras ha sido escrita con sangre derramada en el ardor de las guerras intestinas en su batallar por el poder, pero nunca se había visto un ejemplo de frío asesinato en masa de tales proporciones como la del 6 de julio de 1944.
Cabe anotar que la mayoría de manifestantes eran mujeres, se difundió la cínica versión que habían tratado de asaltar los cuarteles.- El embajador norteamericano John Draper Edwin, adujo ignorar el hecho y que los muertos eran unos cuatro, Plutarco Muñoz Valladares, a la sazón presidente del congreso dijo “En efecto, hubo sangre en las aceras de San Pedro Sula, ese día, porque las mujeres manifestantes estaban menstruando”.
Esta es parte triste de la historia hondureña, la que todos estamos obligados a conocer.
Por: Br. Mario Gonzales Massim
Testimonio de un sobreviviente
San Pedro Sula, 6 de julio 1999
Edición No 15 Vida Laboral Julio 2004