Lo que le pagan en la fábrica alcanza sólo para comprar la raquítica alimentación, sin cubrir otros gastos permanentes de la casa. La ropa y calzado tienen que comprarse en las ofertas de las tiendas que traen prendas de segunda de los Estados Unidos.
No existe presupuesto para las atenciones médicas. Cuando alguno de la familia se enferma tiene que tratar de conseguir atención en un centro de salud pública, curarse con remedios caseros o empeñar alguna de sus cosas para ir a consulta con un médico particular donde gastará más de lo que ella gana en una semana.
Con frecuencia se escucha a las obreras decir que necesitan hacerse un examen o un tratamiento pero que no tienen dinero, pasan los meses o años y las enfermedades se agravan o se vuelven crónicas. No hay de donde tomar tres mil lempiras para hacerse un diagnóstico o diez mil para una operación de bajo costo.
Los enseres en una casa de obrera son un par de camas, una estufa, una mesa, cuatro sillas, un ropero, un ventilador, un radio y no siempre un televisor. Estos artículos son adquiridos pagando cuotas semanales durante varios años, lo cual eleva su precio en más del doscientos por ciento.
No existe ninguna capacidad de ahorro. Por el contrario, siempre se está debiendo algo o esperando para suplir una necesidad urgente de la casa. Para salir de apuros los prestamistas a la salida de la fábrica les prestan al 10 y hasta el 20 por ciento semanal.
Para completar el presupuesto en la casa deben trabajar dos personas o la misma obrera debe dedicarse a otras actividades como la venta de lotería apuntada, bocadillos o pequeños artículos como cosméticos y ropa. A veces el alivio llega con el regalo de parte de algún pariente o de alguien que se fue a los Estados Unidos.
Cuando se tiene niños la necesidad se vuelve mucho mayor. En la leche de los lactantes puede gastar más de 150 lempiras semanales. Por cuidar un niño están cobrando entre 100 y 200 lempiras a la semana. Es decir que los gastos del pequeño pueden significar hasta el cincuenta por ciento de su salario.
Las obreras y sus familias se alimentan con unos 12 productos: arroz, frijoles, manteca, pastas, queso, mantequilla, huevos, embutidos, tortillas, café, pan y azúcar. La carne es para ocasiones especiales o los fines de semana, generalmente de pollo.
El pescado y los mariscos raramente se consumen. La leche tampoco es una constante en la dieta obrera, se usa más bien para preparar arroz con leche o atól de avena conocido como osmil, con los cuales se hace a veces el desayuno. Miles de obreras asisten a sus labores con sólo una taza de café y dos panes, lo cual es considerado desayuno para toda la familia.
La tortilla con frecuencia es sustituida por guineos (bananos) verdes o plátanos, cocidos en agua o fritos en tajadas.
Las familias de las obreras comen muy poco frutas y verduras. Nunca o casi nunca se compra el brócoli, acelgas, berenjenas, remolacha, rábano y otras. Algunas verduras se usan para hacer sopa de res o pollo como ayote, pataste, papas, zanahoria, yuca y guineo verde. Las frutas más accesibles son los bananos y las naranjas y en temporada los melones, las sandías y los aguacates que se consumen como parte de las comidas.
Un almuerzo en la fábrica puede estar compuesto por arroz (siempre), frijoles, un pedacito de carne y ensalada, que no es más que repollo picado y unas rodajitas de tomate. Eso puede costarle desde 15 hasta 20 lempiras. Incluye un refresco natural o artificial, y en muchos casos se compra refresco embotellado por aparte.
En las cafeterías de las fábricas se puede encontrar un menú mas variado, pero los precios no están al alcance de las trabajadoras.
En varios parques industriales las empresas dan un boleto para el almuerzo, a mitad de precio o totalmente gratuito. Las quejas por la mala comida que da la empresa son múltiples. Se ha sabido de pelos, cucarachas y otros bichos que aparecen en los platos. Hemos conocido casos en que se ha servido comida en mal estado de la que sobró el día anterior. En una fábrica de Naco, San Pedro Sula, decenas de trabajadoras fueron hospitalizadas al intoxicarse con los alimentos.
No se necesita ser nutricionista para darse cuenta de la deficiencia alimenticia que tienen las obreras y sus familiares. Ello conlleva a padecer más fácilmente de enfermedades y disponer de menos energías.
Sería interesante saber como la pasarían los dirigentes empresariales y los funcionarios del gobierno si tuvieran que vivir por lo menos durante un mes con esta provisión y cumpliendo las múltiples tareas de las trabajadoras.
CUANTO DEBE SER UN SALARIO JUSTO
La ex ministra de trabajo sugirió un salario mínimo de 112 lempiras diarios, es decir 3,300 lempiras al mes, lo cual no cubre las necesidades básicas de una familia pequeña de cuatro miembros.
Los representantes de las centrales obreras solicitaron inicialmente como salario mínimo 4 mil quinientos lempiras, lo que cubriría algunas necesidades pero no aspectos como educación, salud, recreación y ahorro.
El alto costo de la vida que enfrentamos no concuerda con los datos que da el gobierno acerca del incremento de la inflación, que es lo que toman en cuenta para determinar los reajustes salariales.
Sin embargo los empresarios se niegan, como siempre, a otorgar cualquier aumento a los 2 mil lempiras establecidos actualmente.
La discusión mundial sobre los salarios no es acerca del monto que debe pagarse, sino de cuanto necesita el trabajador o trabajadora para vivir.
En una cumbre sobre el salario para vivir realizada hace unos años en California, Estados Unidos, los participantes definieron el salario para vivir como “ El salario neto ganado trabajando el máximo legal de horas semanales de un país, sin exceder las 48 horas, que provea lo suficiente para satisfacer las necesidades de una unidad familiar típica (nutrición, vestido, salud, educación, agua potable, energía, cuidado de los niños, transporte, vivienda mas una capacidad de ahorro del 10 por ciento del ingreso).
La Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), con sede en Estados Unidos, define como salario para vivir: Los salarios y beneficios pagados a un trabajador común deberán ser iguales al menos a los estándares mínimos legales o de la industria y siempre deberán ser lo suficiente para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores y sus familias y para otorgar algún ingreso discrecional.
La fuerza de los trabajadores es una mercancía mas, como las máquinas, el combustible o la materia prima que se usan en la producción. Cuando el empresario compra una máquina acepta el precio que establece el vendedor; sin embargo no quiere aceptar que los trabajadores pongan precio a la única mercancía que poseen: su trabajo.
Las nuevas autoridades del Trabajo están hablando de que debe desaparecer el salario mínimo y que cada empresa debe aumentar a sus empleados según la situación económica que tenga.
La pregunta es si se puede confiar en la buena voluntad de los empresarios hondureños acostumbrados a mentir para evadir el pago de impuestos, a inventarse quiebras de sus empresas para no pagar prestaciones y que en más de una ocasión han quedado debiendo sumas millonarias al Estado en concepto de préstamos. ¿Darán a conocer sus ganancias reales para aumentar el sueldo a sus trabajadores?
Ningún trabajador debería verse obligado a laborar horas extras o tener dos empleos para completar los ingresos necesarios en su casa.
La posición de los empresarios es que si los trabajadores quieren ganar más, trabajen más. Hay obreros que están trabajando hasta 14 horas diarias y ni aún así logran completar lo suficiente para cubrir todas sus necesidades ¿Cuánto tendrían que trabajar entonces?
Fuente: Vida Laboral Edic. # 7. Febr. de 2002