Regresar a las olvidadas (por muchos años) batallas heroicas, no ha sido fácil; sólo la actitud prepotente de autoridades embriagadas por el poder, nos ha obligado a recurrir a medidas de presión no deseables y que, con sólo reconocer el carácter justo de nuestras demandas, sin tener siquiera que desembolsar un tan sólo centavo, estaríamos dispuestos a desistir, a cambio de un diálogo franco, respetuoso y constructivo.
Los docentes no aspiramos a un aumento salarial (y menos desproporcionado, como intentan hacer creer las autoridades); lo que estamos exigiendo es que nuestras aportaciones, y las que la Universidad debe pagar como patrono, sean transferidas al Instituto de Previsión de los Empleados de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (INPREUNAH), como mandan la moral y las leyes.
También demandamos, actualizar nuestro salario conforme establecen el Estatuto del Docente Universitario y el Decreto Ejecutivo que fija el nuevo salario mínimo, cuyo desconocimiento conlleva a la comisión del delito de abuso de autoridad.
Para obviar el cumplimiento de sus obligaciones, las autoridades (valiéndose del apoyo incondicional de la cleptocracia criolla) se esfuerzan por minimizar la personalidad de quienes no cedemos a su arrogancia, llegando al extremo de presentarnos como si fuéramos los paladines de la ignorancia y de la corrupción.
El pueblo, sin embargo, con la sabiduría heredada de nuestros ancestros, y abonada por una rica experiencia de desafío a las humillaciones a que ha estado sometido durante siglos de tiranía, sabrá reconocer a los villanos.
Es notorio, que no somos los docentes quienes promovemos el nepotismo, los salarios vitalicios y desproporcionados, las contrataciones ilegales, las licitaciones de dudosa transparencia, las conspiraciones y el despilfarro.
En un exhibicionismo obsesivo, los patricios ahora se aventuran a lanzar sus garras contra una de las más importantes reservas morales de la UNAH, los docentes, para quienes la confrontación jamás ha sido ni será un fin.
Lo que sí anhelamos, es que a nuestra Universidad se le devuelva su autonomía y democracia interna, y que se convierta en la institución científica de vanguardia del siglo XXI, comprometida con la transformación económica, social, política y cultural de nuestro pueblo.
Ledin Torres
Comun Noticias, 14(05)09