El 7 de abril cuando un grupo de fiscales del Ministerio Público iniciaron la huelga de hambre contra la corrupción, los grandes medios de comunicación, prensa, radio y televisión inmediatamente tomaron partido hacia una de las partes en conflicto.
Primero guardaron silencio, ocultaron la lucha iniciada sobre un frío piso y bajo una carpa en los bajos del Congreso Nacional.
Después, y cuando les resultaba imposible ignorar a “cuatro ilusos”, buscaron minimizar su lucha, pero cuando los poderes fácticos se dieron cuenta de la imposibilidad de reducir la huelga de hambre a su mínima expresión, más bien crecía su popularidad; entonces atacaron a sus principales exponentes, buscaron desviar la atención y pretendieron generar una opinión pública adversa.
La clase política del país quemó todos sus cartuchos en éste esfuerzo. Medios y periodistas a su favor terminaron chamuscados. Basta recordar que al tercer día de iniciada la huelga de hambre ésta no aparecía en sus portadas ni en el resto de sus espacios, siguieron adornándose con las notas rojas del momento.
Apenas uno de los cuatro diarios publicó en un perdido espacio de sus páginas interiores la fotografía de una carpa que alojaba a fiscales en huelga de hambre y un pie de foto que la explicaba.
Cumplida la segunda semana en huelga de hambre los medios empezaron a dedicarle espacio a la lucha contra la corrupción; para entonces el presidente del Congreso Nacional, Roberto Micheletti, todos los empresarios y políticos con casos de corrupción pendientes en el Ministerio Público ya habían decidido junto con las jefaturas de redacción, condenar el movimiento y cerraron filas alrededor del Fiscal General y Adjunto, Leónidas Rosa Bautista y Omar Cerna.
Todos los personajes que salieron en defensa de los cuestionados funcionarios, políticos y empresarios tuvieron en los grandes medios de comunicación espacio y tiempo para vender su versión de los hechos; en cambio, la versión de los hambrientos huelguistas, que para entonces sumaban 32, y los cientos o miles de sus defensores apenas si eran llamados para mostrar un supuesto equilibrio noticioso.
Varios fiscales y jueces, mujeres, indígenas, garífunas, obreros, maestros, diputados, estudiantes, sacerdotes, pastores, jóvenes, campesinos, vendedoras de los mercados, empleados públicos circularon todos los días por los bajos del Congreso Nacional. En el interior del país gestos similares se vivían en las plazas públicas. Frente al silencio, a las mentiras y la manipulación se lucía con orgullo un listón amarillo en señal de solidaridad.
No todos fueron cómplices. Periodistas honestos y valientes rompieron el cerco informativo impuesto desde el poder. Iniciativas colectivas o individuales asaltaron la red digital para decir la verdad. Se abandonó la comodidad que otorga la complicidad.
La música, el canto, los versos, la pintura y demás se expresaron en contra de la corrupción. Las paredes hablaron. Todavía acusan al fiscal general de corrupto y exigen su renuncia, iguales demandas se gritan a contra el presidente del Congreso Nacional.
Los medios que no tienen compromisos con las élites de poder, como Radio Globo, Canal 36, Canal 57, Vida Laboral, Radio Progreso, A mecate Corto, para mencionar algunos, se mostraron objetivos y no comprometidos con el “estatus quo”. Su trabajo fue fundamental para terminar con la hegemonía que tradicionalmente han ejercido las viejas cadenas de radio y televisión. Esa tarea por romper el cerco informativo apenas empieza. Sigamos rompiendo el silencio que nos hace cómplices de los corruptos.
Periodista Esteban Meléndez