Nació en el hospital Leonardo Martínez de San Pedro Sula y tiene 30 años. Le contaron que su madre, en las afueras de ese centro asistencial, lo golpeaba y la gente y los policías lo defendían. Un policía se lo quitó y gritó: ¿quién quiere este niño? Una humilde mujer lo acogió durante seis meses, luego una hermana de la señora lo envolvió en una sábana y lo entregó a las Aldeas SOS en Choloma. Nunca le faltó amor, alimentación, salud, educación y conocimientos de Dios. Jugó con otros niños. Estuvo ahí 11 años y lo trasladaron a otra Aldea SOS en Comayagua y por último a Tela. Se gradúo de bachiller en computación y recibió cursos de cocina y costura. La ansiedad por conocer a su verdadera familia lo motivó a escaparse siendo un adolescente, en 1996. Vivió con la familia de un compañero de colegio y siempre contó con el apoyo de las Aldeas SOS para seguir estudiando. Conoció a marinos y soñó con navegar. Una señora intentó adoptarlo para üevárselo a Estados Unidos, pero era mayor de edad. Ella y un pastor evangélico lo apoyaron.
Dos años más tarde en una entrevista de trabajo mostró la habilidad de todo cocinero: el manejo del cuchillo. Quince días después salió con destino a Barbados en un crucero donde trabajaba 20 horas diarias y ganaba 800 dólares americanos mensuales que podía ahorrar.
En Portugal, luego de seis meses de navegar, salió con unos amigos, tomó algunas copas y tuvo relaciones sexuales sin preservativos. Meses después arribó a Rusia salió con un amigo y visitaron un club nocturno. Conocieron a una elegante rubia que se conducía en un Mercedez Benz. Tomaron muchas copas y le pagaron 100 dólares por sus servicios sexuales.
En 1998 renovaría su contrato para lo cual se sometió a exámenes médicos en una clínica de La Lima. El resultado de la prueba de VIH fue positivo. No supo cómo logró regresar a San Pedro Sula,
el mundo se le derrumbaba, se deprimió.
Se congregó en una iglesia evangélica y dice que Dios lo fue llenando de fe, fortaleza, y aprendió a confiar en Él. Durante cinco años se dedicó a la igle¬sia y al trabajo únicamente. En el 2003 durante un mes consecutivo empezó a enfermarse, se deterioró y creyó que la muerte estaba cerca. En el CAÍ de la iglesia Episcopal “Siempre Unidos” lo atendieron, le practicaron exámenes y empezó a tomar antirretro-virales porque su CD4 (defensas) estaba en 71 células y lo normal en una persona sana son 1,000. Se integró a grupos de Auto Apoyo y recibió información sobre el virus. Se dio cuenta que su amigo de navegación murió de SIDA.
Tres meses después de recuperarse conoció a una joven que llegó a consulta en la clínica donde él labora. Ella de 17 años y él de 26, se enamoraron y consideró su deber decirle sobre su situación de salud. Aceptó casarse con él un año después, por lo civil y religioso, aún cuando ella no estaba afectada por el VIH /SIDA.
“Es una mujer muy atractiva, nunca he querido infectarla porque la amo y es difícil vivir con la enfermedad. Quiero apoyarla porque ha sufrido mucho”. Durante tres años mantuvimos relaciones sexuales con protección y cada año ella se hacía su prueba de VIH. En abril del 2006 el reverendo Pascual Torres de la Iglesia Episcopal lo invitó al VI Encuentro de PWS (personas viviendo con SIDA) en Siguatepeque y conoció la labor de Asonapvsidah. Salió electo como coordinador de la organización y prometió cambiar su imagen y credibilidad especialmente ante los organismos financieros de cooperación. Como asumir su cargo le produjo distanciamientos con su esposa, a los pocos meses sobrevino la primera crisis matrimonial, pero la superaron con el apoyo de amigos consejeros. En medio de la alegría del “reencuentro” ella le manifestó el deseo de ser madre, sin importarle los riesgos de la enfermedad. En el primer intento (confesó) lloré porque no quería infectarla. Ella le expresó que se casó con él por amor y estaba firme en su decisión de procrear. A los seis meses con resultados negativos de embarazo, ella se sometió a tratamiento ginecológico, sin embargo, su estado de salud y fertilidad eran perfectos. El también se sometió a tratamiento con un médico urólogo. El examen de espermograma dio como resultado un nivel muy bajo de espermatozoides. Le diagnosticaron “varicocele”, una inflamación que impide que los espermas se multipliquen y fecunden los óvulos. Tendría que someterse a una cirugía para evitar la pérdida de hormonas masculinas y los dolores testiculares, mas no tiene para la operación quirúrgica. El miedo a infectar a su compañera regresó después de un año de relaciones sexuales sin protección. Entonces le pidió a su mujer que se hiciera la prueba de VIH. Y le propuso que si el resultado era negativo terminarán su relación conyugal y si era positiva seguirán juntos. Pero independientemente del resultado, él le prometió que la apoyará en sus estudios.
Su esposa acudió a la Bolsa Samaritana de Honduras donde le practicaron una nueva prueba. El resultado: ¡negativo! “Ella merece ser feliz. No quiero que entre al mundo del VIH, tampoco puedo darle hijos. Si Dios nos unió fue con un propósito. La rescaté del sufrimiento, del abandono familiar, ahora es una mujer transformada con deseos de superarse. Es una decisión muy dolorosa. Toda persona tiene derecho a tener una familia, tenga SIDA o no. Me siento orgulloso de tomar esta deqsión”, expresó nuestro personaje. Él se llama Jesús Escobar y es presidente de Asonapvsidah.