El pasado martes, 500 uniformados (entre policías y soldados del Ejército) desalojaron violentamente a cientos de ciudadanos que se encontraban en el centro de la ciudad cuando el Frente Nacional de Resistencia, tras realizar una marcha, se aprestaba a celebrar un concierto de música protesta.
A las 11:30 de la mañana, los policías y militares lanzaron gases lacrimógenos, chorros de agua mezclada con sustancias químicas (lanzadas desde una tanqueta) y con toletes, trancas y garrotes asestaron golpes indiscriminadamente a los ciudadanos que encontraban a su paso.
Los uniformados comenzaron la represión a las 10:10 de la mañana cuando estacionaron una tanqueta en la intersección de la 14 avenida (la del Estadio Morazán) y por medio de su cañón dispararon, durante media hora, un débil chorro de agua color achocolatado que emanaba un gas que hizo llorar a los manifestantes.
Una vez que la manifestación se encarriló en la segunda calle, con dirección al parque, una tanqueta los atacó con chorros de agua por la retaguardia, a la altura de Radio Uno, y policías y soldados que se encontraban en los alrededores de la catedral se abalanzaron contra las personas que se hallaban en la Tercera Avenida.
VICTIMAS
Ocho personas que resultaron severamente golpeadas y heridas llegaron a las oficinas del Comité de Derechos Humanos (Codeh) y a la Fiscalía de Derechos Humanos a presentar las denuncias contra los policías y soldados agresores.
“Yo estaba en el quiosco del parque cuando se acercó un policía y me disparó con el lanzagranadas en la cara y la bomba lacrimógena me pegó en la cara. En ese momento caí al suelo y quedé inconsciente por más de cinco minutos”.
Momentos después, Jairo López, quien relató lo anterior, cuando se hallaba acostado en una camilla del Hospital Mario Rivas logró comprender que “había sido víctima de un ataque brutal de la Policía” y “agradecía a Dios” por haberlo salvado de la muerte.
López, de 39 años, es una de las personas que ayer presentó denuncias ante organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación tras ser objeto de la ola desmedida de represión perpetrada por 500 uniformados (entre policías y soldados del Ejército) contra ciudadanos del Frente de Resistencia que se aprestaban a realizar un concierto de música protesta.
Veinticuatro horas después del ataque, López mostraba tres puntos que los médicos del Rivas le dejaron a la altura de la patilla izquierda. “Allí, donde empieza la barba, me dieron con la bomba de gas lacrimógeno”.
A López lo trasladaron al Mario Rivas en una ambulancia que pasó por Radio Uno recogiendo a Ernesto Bardales, quien se encontraba postrado en un charco de sangre después de ser golpeado por efectivos policiales, en complicidad de algunos oficiales que él conoce.
En una entrevista realizada ayer por DIARIO TIEMPO, Bardales recordó cerca de las 12 del mediodía, en el momento que él se encontraba en Radio Uno, la tanqueta atacó y los policías lanzaron los gases.
“La gente de la cola de la manifestación, que llevaba la manta del Suvan (Sindicato de Vendedores Ambulantes), iba a cincuenta metros de donde yo estaba y como a 70 metros venía la tanqueta con un montón de Cobras. Yo estaba con mi hijo viendo pasar la marcha. En eso comenzó la lluvia de bombas”, relató.
En ese momento, Bardales, quien formaba parte del comité organizador del concierto, pensó que pronto cantaría el himno nacional y arrancarían con la actividad en la cual participaría una docena de artistas.
“Pero en eso, una muchacha estacionó su carro frente a la radio y salió corriendo para sacar a dos niños que llevaba. El carro, por dentro, estaba lleno de gas lacrimógeno. Yo me quedé atendiendo a uno de ellos que estaba intoxicado”, dijo.
Cuando Bardales atendía el niño, varios uniformados lo atacaron. “Me dijeron: hoy sí hij… Vos sos de los revoltosos, y otras sandeces. Después yo no recuerdo lo que pasó porque me pegaron toletazos en todo el cuerpo”.
Desangrando, a causa de tantos golpes, los policías llevaron arrastrado a Bardales al parqueo, que está situado esquina opuesta a Radio Uno, y lo dejaron abandonado.
Pero antes, Bardales encaró a un oficial de la policía. “Oigame, delante de usted están haciendo esto. Cómo es posible. Cuál fue el delito que yo cometí. Me tiraron al suelo y llegaron unos paramédicos de la Cruz Roja. Entonces, él miró que yo comencé a botar mis dientes (cuatro inferiores) y a botar sangre. El lo que hizo fue moverse con el pelotón”.
Bardales ayer presentó la denuncia ante el fiscal de Derechos Humanos, John César Mejía, y espera que “les deduzcan responsabilidades a los oficiales que dirigieron el operativo”.
MAL PAGA EL DIABLO…
Bardales, director de JAJA, una organización no gubernamental que ha rehabilitado a jóvenes pandilleros, en años anteriores realizó campañas para equipar jefaturas de la policía y capacitó uniformados en materia de derechos humanos.
Este sociólogo, que también ha ofrecido capacitaciones a policías en otros países, dijo que las autoridades en Honduras “están recurriendo al terror y la mentira. Yo quiero que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le ponga más cuidado, que estudie más esta situación”.
LOS ZAPATEROS DICEN QUE “FUE ALGO BRUTAL”
Manuel Reyes, presidente del Sindicato de la Industria del Calzado y Similares, califica la represión del 15 de septiembre, así: “Fue algo brutal, salvaje, una barbarie”.
Unos 48 zapateros participaron en la manifestación del Frente de Resistencia el pasado miércoles y también se convirtieron en objeto de la represión policial.
“No había necesidad que la policía hiciera eso. No había problemas ni motivos para que nos atacaran. Están utilizando demasiada fuerza y de manera injustificada”, dijo Reyes.
Esa organización, que representa unos 450 talleres del país salieron a la calle el 15 de septiembre para exigirle al Gobierno que frene la importación de calzado y mayor seguridad en vista de que la semana anterior murieron violentamente 17 obreros de la industria.
GAS ABORTIBO Y MORTAL
Mary L. Vallecillo, ingeniera en bioquímica, denunció ayer que los gases y el agua disparada por la policía contiene químicos que pueden causar la muerte y provocar abortos en mujeres embarazadas.
Según esta experta, que es profesora en la cátedra de Bioquímica para Medicina de la Escuela Universitaria en Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula (UNAH, los gases disparados por la policía contienen materias prohibidas como Ortoclorobencilidenmalononitrilo (ClC6H4CHCCN), se conoce como CS; acetofenona, (CN)2), Gas Pimienta y Cloroacetofenona.
Estos químicos provocan problemas en los aparatos reproductivos masculino y femenino, irrita los ojos, la piel y causa daños en el tracto respiratorio. Advierte que la inhalación de Cloroacetofenona genera edema pulmonar, pero los efectos no aparecen en forma inmediata.
En un estudio, realizado por esta especialista y enviado a DIARIO TIEMPO, indica que “las bombas lacrimógenas y su inhalación producen la pérdida de gránulos de algunas células que se encuentran en la sangre, células que tienen que ver con la inmunidad, procesos alérgicos e hipersensibilidad, incluyendo los procesos reproductivos femeninos y masculinos”.
Advierte que “cualquier mujer puede perder a su hijo en gestación, si se expone a estas sustancias. El problema fundamental es que si no se expone directamente, las corrientes de aire transportan estas sustancias y sólo tras varios kilómetros sus efectos nocivos disminuyen, sin desaparecer por completo”.
Desde su punto de vista, “la Secretaría de Salud, la Secretaría del Ambiente o el Centro de Control de Contaminantes, debieran ser quienes analizan y autorizan los componentes con que se fabrican estas armas, pero hasta donde se tiene conocimiento, ellos jamás han emitido el resultado de alguna consulta al respecto”.