En Honduras, durante el período comprendido entre junio y octubre del año que corre, los integrantes de la Resistencia Nacional contra el Golpe de Estado, hemos sido tratados como seres marginales, estúpidos y deleznables.
Aquellos que nos hemos ubicado en la orilla que corresponde a los anhelos y esperanzas del pueblo, hemos sido considerados seres despersonalizados sin derechos humanos, es decir hemos sido calificados como animales que habitan el corral, donde el terrateniente llega a arriar su ganado para someterlo a la condena de la muerte, a fin de obtener la ganancia que corresponde en manos del propietario de la bestia tosca y bruta.
El decreto que suspendió las garantías individuales constitucionales, como yo exponía en una clase de la Academia Universitaria, la disposición dictatorial, de pronto nos dejó en calidad de seres humanos sin ciudadanía, puesto que los derechos humanos constitucionales son precisamente las normativas que permiten a los habitantes de una nación figurar como personas de una sociedad determinada.
Pero, no es de ello, lo que deseamos hablar. Empero, debemos retrotraernos a la negociación que se realiza en estos días en la capital de la República, cuyo contexto inmediato es la disolución del Golpe de Estado.
Esta negociación, que no es un diálogo, tiene como referente el pacto de San José, cuyo origen es extra-regional y más claramente, un propuesta que nace en el Departamento de Estado y el Pentágono norteamericano, adjudicado como instrumento de compromiso, a un presidente regional de reconocida militancia derechista, con un alto nivel cultural aceptado por la comunidad internacional, para que lo conduzca con resabida habilidad diplomática.
Esta negociación se denomina: lo tomas o lo dejas. No hay otro parámetro que permita distinta negociación, la cual está concebida para que el verdadero Presidente hondureño, Manuel Zelaya Rosales no pueda implementar, desde su mandato presidencial, la Asamblea Nacional Constituyente y su objetivo central, la redacción de la nueva constitución republicana.
A este problema central que asume el pueblo hondureño a través del movimiento popular, se opone el Departamento de Estado, el Pentágono, el Presidente Obama, y las demás estructuras políticas de alto nivel que maneja el imperio mundialmente.
Los ejecutores de toda la institucionalidad denominada Golpe de Estado, son simples actores de poca monta que les tocó asumir su rol de sirvientes oportunos del negocio multilateral que fue configurado casi en el mismo año en que Manuel Zelaya Rosales tomó las riendas del Estado hondureño.
Un negocio para todos, para todas y para los que llegaron tarde a la repartición de los dólares puestos en circulación con suficiente antelación a los hechos del 28 de junio del año en curso.
Actualmente, se ha impuesto una parafernalia de la comedia profana llamada diálogo entre las partes, mismo que conlleva todos los ingredientes de la picardía abrupta, oculta, y adornada con todos los enmascaramientos posibles para que el público, que observa el montaje, aplauda con suficiente sonrisa de diablo cojuelo y asqueroso, enredado con las ninfas ingenuas e inocentes que deambulan por el bosque sin presentir la violación y posible muerte que les espera.
El diablo cojuelo tiene la gracia de poseer una pata más larga que otra, con una corre heroicamente, con la otra renguea y retrasa toda caminata hacia el rumbo dispuesto por la perversidad demoníaca que sobrecoge el espíritu burlón y cínico de su naturaleza perversa.
La enciclopedia virtual de Wikipedia, refiere al diablo cojuelo como un personaje que “se le representa como «el espíritu más travieso del infierno», trayendo de cabeza a sus propios congéneres demoníacos, los cuales, para deshacerse de él, le entregaron en trato a un astrólogo, teniéndolo encerrado en una vasija de cristal. Se dice así mismo como inventor de danzas y música de carácter picaresca y satírica. Siendo uno de los primeros ángeles en levantarse en celestial rebelión, fue el primero en caer a los infiernos, aterrizando el resto de sus «hermanos» sobre él, dejándole «estropeado» y «más que todos señalado de la mano de Dios». De ahí viene su sobrenombre de «Cojuelo». Pero no por cojo es menos veloz y ágil”.
La negociación o diálogo entras las partes se desarrolla bajo un contexto de profunda represión, asesinatos y persecuciones a la Resistencia Nacional, con un decreto represivo derogado en la publicidad de los medios terroristas de la localidad, pero efectivo en la realidad tenebrosa de la violencia de Estado, en las mismas barbas de los negociadores internacionales cómplices de uno de los actos inhumanos colectivos más trágicos que conoce el siglo XXI en América Latina.