“‘Estados Unidos (dije, refiriéndome a las emisiones de carbono) no está haciendo ningún esfuerzo real. Sólo están aceptando un 4% de reducción con respecto al año 1990Åå”. En ese momento los científicos exigían un mínimo que fluctuaba entre el 25 y el 40% para el año 2020.
De inmediato añadí: “En horas de la mañana de hoy viernes 9, el mundo se despertó con la noticia de que “el Obama bueno” del enigma, explicado por el Presidente Bolivariano Hugo Chávez en las Naciones Unidas, recibió el Premio Nobel de la Paz. No siempre comparto las posiciones de esa institución, pero me veo obligado a reconocer que en estos instantes fue, a mi juicio, una medida positiva. Compensa el revés que sufrió Obama en Copenhague al ser designada Río de Janeiro y no Chicago como la sede de las Olimpíadas del 2016, lo cual provocó airados ataques de sus adversarios de extrema derecha.”
“Muchos opinarán que no se ha ganado todavía el derecho a recibir tal distinción. Deseamos ver en la decisión, más que un premio al Presidente de Estados Unidos, una crítica a la política genocida que han seguido no pocos presidentes de ese país, los cuales condujeron el mundo a la encrucijada donde hoy se encuentra; una exhortación a la paz y la búsqueda de soluciones que conduzcan a la supervivencia de la especie.”
Era obvio que observaba cuidadosamente al Presidente negro electo en un país racista que sufría profunda crisis económica, sin prejuzgarlo por algunas de sus declaraciones de campaña y su condición de jefe del ejecutivo yanki.
Casi un mes después, en otra Reflexión que titulé “Una historia de ciencia ficción”, escribí lo siguiente:
“El pueblo norteamericano no es culpable, sino víctima de un sistema insostenible y lo que es peor: incompatible ya con la vida de la humanidad.”
“El Obama inteligente y rebelde que sufrió la humillación y el racismo durante la niñez y la juventud lo comprende, pero el Obama educado y comprometido con el sistema y con los métodos que lo condujeron a la Presidencia de Estados Unidos no puede resistir la tentación de presionar, amenazar, e incluso engañar a los demás.”
De inmediato añado: “Es obsesivo en su trabajo; tal vez ningún otro Presidente de Estados Unidos sería capaz de comprometerse con un programa tan intenso como el que se propone llevar a cabo en los próximos ocho días.”
Analizo, como puede observarse en esa Reflexión, la complejidad y las contradicciones de su largo recorrido por el Sudeste asiático y pregunto:
“¿Qué piensa abordar nuestro ilustre amigo en el intenso viaje?” Sus asesores habían declarado que hablaría de todo con China, Rusia, Japón, Corea del Sur, etcétera, etcétera.
Es ya evidente que Obama preparaba el terreno para el discurso que pronunció en West Point el 1º de diciembre de 2009. Ese día se empleó a fondo. Elaboró y ordenó cuidadosamente 169 frases destinadas a tocar cada una de las “teclas” que le interesaban, para obtener de la sociedad norteamericana su apoyo a una estrategia de guerra. Adoptó poses que harían palidecer a las Catilinarias de Cicerón. Ese día tuve la impresión de estar escuchando a George W. Bush; sus argumentos en nada se diferencian de la filosofía de su antecesor, excepto por una hojita de parra: Obama se oponía a las torturas.
El jefe principal de la organización a la que se atribuye el acto terrorista del 11 de Septiembre, había sido reclutado y entrenado por la Agencia Central de Inteligencia para combatir contra las tropas soviéticas y ni siquiera era afgano.
Las opiniones de Cuba condenando aquel hecho y otras medidas adicionales fueron proclamadas ese mismo día. También advertimos que la guerra no era el camino para luchar contra el terrorismo.
La organización del Talibán, que significa estudiante, surgió de las fuerzas afganas que luchaban contra la URSS y no eran enemigas de Estados Unidos. Un análisis honesto conduciría a la verdadera historia de los hechos que originaron esa guerra.
Hoy no son los soldados soviéticos, sino las tropas de Estados Unidos y la OTAN las que a sangre y fuego ocupan ese país. La política que se ofrece al pueblo de Estados Unidos por la nueva administración es la misma de Bush, quien ordenó la invasión de Iraq, que nada tenía que ver con el ataque a las Torres Gemelas.
El Presidente de Estados Unidos no dice una palabra de los cientos de miles de personas, incluidos niños y ancianos inocentes, que han muerto en Iraq y Afganistán y los millones de iraquíes y afganos que sufren las consecuencias de la guerra, sin responsabilidad alguna con los hechos ocurridos en New York. La frase con que concluye su discurso: “Dios bendiga a Estados Unidos”, más que un deseo, parecía una orden al cielo.
¿Por qué Obama aceptó el Premio Nobel de la Paz cuando ya tenía decidido llevar la guerra en Afganistán hasta las últimas consecuencias? No estaba obligado a un acto cínico.
Anunció luego que recibiría el Premio el día 11 en la capital de Noruega y viajaría a la Cumbre de Copenhague el 18.
Ahora hay que esperar otro discurso teatral en Oslo, un nuevo compendio de frases que ocultan la existencia real de una superpotencia imperial con cientos de bases militares desplegadas por el mundo, doscientos años de intervenciones militares en nuestro hemisferio, y más de un siglo de acciones genocidas en países como Vietnam, Laos u otros de Asia, África, el Medio Oriente, los Balcanes y en cualquier parte del mundo.
El problema ahora de Obama y sus aliados más ricos, es que el planeta que dominan con puño de hierro se les está deshaciendo entre las manos.
Es bien conocido el crimen cometido por Bush contra la humanidad ignorando el Protocolo de Kyoto y dejando de hacer durante 10 años lo que debió hacerse desde mucho antes. Obama no es ignorante; conoce como conocía Gore, el grave peligro que amenaza a todos, pero vacila y se muestra débil frente a la oligarquía irresponsable y ciega de ese país. No actúa como un Lincoln, para resolver el problema de la esclavitud y mantener la integridad nacional en 1861, o como un Roosevelt, frente a la crisis económica y el fascismo. El martes lanzó una tímida piedra en las revueltas aguas de la opinión internacional: la administradora de la EPA (Agencia de Protección Ambiental) Lisa Jackson, declaró que las amenazas para salud pública y el bienestar del pueblo de Estados Unidos que significa el calentamiento global, le permiten a Obama adoptar medidas sin contar con el Congreso.
Ninguna de las guerras que han tenido lugar en la historia, significan un peligro mayor.
Las naciones más ricas tratarán de lanzar sobre las más pobres el peso de la carga para salvar la especie humana. Debe exigírseles el máximo de sacrificio a los más ricos, un máximo de racionalidad para el empleo de los recursos, y un máximo de justicia para la especie humana.
Es probable que, en Copenhague, lo más que se logre sea un mínimo de tiempo para alcanzar un acuerdo vinculante que sirva realmente para buscar soluciones. Si eso se logra, la Cumbre significaría al menos, un modesto avance.
¡Veremos qué ocurre!
Fidel Castro Ruz, Diciembre 9 de 2009