El párrafo anterior es parte de la homilía celebrada el domingo 23 de marzo de 1980, por monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador. San Romero de las Américas, como es conocido internacionalmente, murió a manos de un francotirador, a las cinco de la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando oficiaba misa en la capilla del hospital de Divina Providencia la capital salvadoreña.
El sermón reflexivo de la difícil situación vivida por el pueblo salvadoreño, se dirigía a crear conciencia en las autoridades. “Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que da un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice “No matar”.
El llamado de monseñor Romero, cobra vigor en Honduras, 31 años después, en momentos en los que diferentes sectores sociales que luchan por mantener sus conquistas, son reprimidos de manera brutal por el ejército y la policía nacional.
Maestros, campesinos, obreros, estudiantes, periodistas y pobladores en general, son víctimas de atropellos de sus derechos humanos, cuando de manera violenta son desalojados al tenor del desarrollo de manifestaciones en las calles.
¿Quién asesinó a monseñor Romero?
Por el asesinato de monseñor Romero, se responsabilizó directamente al mayor retirado y fundador del Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), Roberto D’Aubuisson y al capitán Álvaro Saravia, como los autores intelectuales. Fernando Sagrera, también fue implicado en el hecho. La Comisión de la Verdad de El Salvador, conformada después de los acuerdos de paz, avala esa teoría en su informe.
De acuerdo al documento de la Comisión, el ex Mayor D’Aubuisson, el ex Capitán Saravia y Sagrera, estuvieron presentes el 24 de marzo de 1980 en la residencia de Alejandro Cáceres en San Salvador, hasta donde llegó el Capitán Eduardo Ávila y avisó que el Arzobispo Romero oficiaría una misa ese mismo día.
El Capitán Ávila opinó que ésta era una buena oportunidad para asesinar al Arzobispo. D’Aubuisson ordenó y responsabilizó al ex Capitán Saravia del operativo.
Al observar que se requería un francotirador, el Capitán Ávila afirmó que él se encargaría de contactarlo por medio de Mario Molina.
Amado Garay fue comisionado para transportar al asesino hasta la Capilla y el parqueo del Hotel Camino Real sirvió de punto de encuentro antes de dirigirse a la Capilla.
El tirador, junto con el arma asesina, entró a un Volkswagen rojo de cuatro puertas, que conducía Garay. Al menos dos fueron los vehículos que desde el Hotel Camino Real se dirigieron al lugar del crimen.
El asesino disparó desde el vehículo, frente a la entrada principal de la Capilla, una sola bala que ultimó al Arzobispo Romero. D’Aubuisson dio orden para la entrega de 1,000 colones a Walter Antonio “Musa” Álvarez, quien, junto con el asesino, recibió el pago correspondiente.
Al cumplirse el 31 aniversario del asesinato de Monseñor Romero, organizaciones populares de diversos países de América Latina, se alistan para desarrollar actividades conmemorativas y de reflexión.