En Honduras nunca ha existido reforma agraria verdadera. Se ha repartido escasa tierra como maniobra para calmar los ánimos en el campo, nada más.
El despojo al pueblo de la tierra comenzó con los españoles y prevaleció aún después de la independencia. Con la llegada de las trasnacionales bananeras se dio una nueva concentración y son ellas junto con unas 20 familias “hondureñas” las que tienen ahora las mejores tierras de Honduras.
Debemos sumamos a la demanda universal de reforma agraria para resolver los problemas de las mayorías. Pero una reforma agraria que tenga las características planteadas por las organizaciones campesinas de todos los continentes:
1. La reforma agraria no puede ser vista sólo como un proceso de distribución de tierras. Según el grado de subordinación de las economías al capital financiero, es necesario que se dé en combinación con cambios en el modelo económico.
2. El acceso a la tierra por parte de los campesinos debe ser entendido como una forma de valoración de su cultura, de la autonomía de sus comunidades y de una nueva visión de la preservación de los recursos naturales, para toda la humanidad y para las generaciones futuras. La tierra es un bien de la naturaleza que debe estar al servicio del bienestar de todos. La tierra no es, ni puede ser reducida a una mercancía.
3. La reforma agraria necesita ir acompañada en las políticas públicas con cambios con los que los gobiernos valoren las formas de organización de la agricultura familiar y cooperativizada, apoyando con garantía de renta, con mercado, asistencia técnica, crédito y seguro agrícola.
4. Romper el oligopolio de las empresas multinacionales que controlan el comercio agrícola mundial y las agroindustrias de alimentos. Y desarrollar pequeñas y medianas agroindustrias, instaladas en las comunidades y bajo el control de campesinos y trabajadores.
5. Es imposible llevar el desarrollo al campo y hacer una verdadera reforma agraria sin democratizar la enseñanza, la educación, y garantizar escuelas para todos los que viven en el medio rural, en todos los niveles.
6. La reforma agraria debe ir unida a una política gubernamental de soberanía alimentaria, que significa garantizar que en cada país el pueblo vaya a tener acceso, todo el año, a alimentos necesarios sin depender del exterior a precios bajos y con buena calidad.
7. Desarrollar modelos tecnológicos que eleven la productividad del trabajo y de la producción, pero respetando la salud de los campesinos y de los consumidores, conservando el medio ambiente y poniendo los beneficios de la biotecnología segura al servicio de la humanidad y no sólo al servicio del aumento del lucro, como hacen hoy las multinacionales.
8. Construir nuevos organismos internacionales que representen la articulación de la voluntad de nuevos pueblos y no sólo los intereses de empresas multinacionales, como ocurre hoy con la OMC, el FMI y el BM. Por tanto, las reglas del comercio agrícola mundial y las políticas de desarrollo rural deben ser construidas bajo otros parámetros, que comienzan por el cierre de las instituciones actuales.
9. La reforma agraria y los cambios propuestos en la organización de la producción de alimentos, en el comercio, en la agroindustria, en la biotecnología… deben ser vistos no sólo como una necesidad de los campesinos, pueblos originarios, indígenas, y de los que viven en el medio rural, sino como una necesidad de toda la sociedad.
10. Sólo hay un camino para alcanzar los cambios sociales en el medio rural, y en todo el mundo: la organización de los pobres, de los trabajadores, del pueblo en general, a partir de sus comunidades, y la realización de grandes movilizaciones de masas que consigan enfrentar el imperio del capital y del neoliberalismo, que está llevando a nuestro planeta a la muerte.
Fuente: Vida Laboral Edic. # 19, Mayo de 2005