“Llegó un Mazda blanca a la colonia y se quedó ahí un rato en la oscuridad. Uno de los hombres decía “apaga las luces”, se retrocedieron un poco y comenzaron a disparar un montón de tiros. Yo caí al suelo, me pegaron en el abdomen,” nos relata.
Dice que la gente de La Cañada no está contenta con el golpe de estado el 28 de junio. El barrio popular está dominado por maestros que han sido algo de vanguardia en la insurrección hondureña por su organización sindical que desde el primer día del golpe ha estado en la calle o en las huelgas generales como principal fuerza popular y organizada. En las últimas semanas, han sufrido ataques por las fuerzas de seguridad y detenciones.
El terror se desató en las colonias populares de varias ciudades hondureñas, caracterizadas por su extrema pobreza, el día siguiente del regresó de Zelaya a Honduras. Fue y es horrible. Mauricio, quien sigue postrado en el Hospital Escuela, el hospital público de los pobres, es una ilustración de esta represión dictatorial que con balas y represión trata de controlar al pueblo insurrecto.
El delito de ser joven
Saca la sabana que lo cubre y muestra donde la bala entró en la cintura, cruzó todo el estomago y salió al otro lado de la cintura. En el camino el balazo dañó parte de la columna. La familia, cuya cabeza es la madre Marbeli Pastrana, empleada doméstica con un sueldo que es la mitad del salario mínimo, tenía que comprar una resonancia magnética en la columna vertebral que costaba seis mil lempiras (350 dólares) para que puedan detectar si la columna está dañada.
“Los vecinos nos ayudaron y logré bajar el costo a 4,200 lempiras”, dice la mamá, llorando de tristeza y preocupación por las consecuencias que puede tener el atentando a su hijo esa noche el 24 de septiembre.
“Yo estaba adentro cuando escuché el tirazón. Salí descalza y vi todos los niños corriendo menos a él”, dice, y el nudo en la garganta se vuelve demasiado grande, “y lo vi en el suelo”.
“Pero su hijo tenía suerte, sobrevivió”, comentamos para darle ánimo a la humilde señora.
“¡Gracias a Dios, que sí! Pero fue horrible pasarlo así, fueron más de treinta tiros que hicieron”.
¿Cómo está el ambiente ahora entre la gente en La Cañada?
“Muy unida con él, todos reunieron dinero y le doy gracias a ellos que me ayudaron”, dice la señora con cuatro hijos, la menor de solo 13 años. “Esperamos en Dios que todo se arregla”.
A las 16 horas del lunes, 21 de septiembre, solo unas horas después de que presidente Zelaya había regresado a Honduras, el régimen de facto impuso el “toque de queda en tiempo indefinido”. El pueblo hondureño fue preso en sus propios hogares durante más de 38 horas. El toque fue levantado por siete horas el miércoles 23 a las 10 horas. Durante esas horas, decenas de miles de los habitantes en las colonias de Tegucigalpa y San Pedro Sula se rebelaron y hasta que tomaron control de varias postas policiales.
Lo típico en esas colonias es que el pobre compra lo que consume diariamente en sus pulperías, pequeños negocios en la cuadra. Fue por eso que la rabia contra la decisión de imponer un toque de queda, que no solamente viola la constitución, sino deja a la gente sin con que comer, fue recibido por una furia pocas veces visto antes en Honduras. La decisión reforzó el rechazo contra los golpistas y aumentó la conciencia política de la población.
Junior Adalberto Rodríguez, 18 años, un muchacho entre los miles que ahora se ve en las marchas de la Resistencia.
Entramos a otra habitación en el hospital y encontramos a Junior Adalberto Rodríguez, 18 años, un muchacho entre los miles que ahora se ve en las marchas de la Resistencia, jóvenes de los barrios populares que muchas veces son difíciles para la dirección de la Resistencia a controlar porque tienen la rebeldía en la sangre combinado muchas veces con un odio hacía una sociedad que solo sabe reprimir a la juventud en vez de darla oportunidades de estudio y trabajo.
Está sentado en la cama mirando hacía la pared. Él y otros seis compañeros fueron baleados el 22 de septiembre durante el toque de queda. Dice su mamá, Carmen:
“Él es de la Resistencia y estaba en camino a la casa cuando apareció un tipo vestido de negro y lo disparó. El tiro entró por el lado derecho de la mandíbula y salió por el otro lado. Rompió la mandíbula y los dientes.
“Como madre me sentí muy mal, ahora no se puede salir porque uno tiene miedo andar en la calle porque cualquier cosa puede pasar. Esa noche todo el mundo andaba revuelto ahí…”.
Ser joven hoy en Honduras es considerado como un delito, según dicen los mismos jóvenes. Los militares y los policías ven a la juventud como un cuerpo subversivo que es preferible pegar y “neutralizar” ante el hecho que se organice en la Resistencia.
“Son de balas vivas”
Mario Valladares, 47, de la Colonia Israel Sur, es otra víctima que encontramos en una habitación allá en el cuarto piso del Hospital Escuela, lleno de victimas por un régimen que ha sido condenado por el mundo entero.
“Salí a las 10 de la mañana cuando aparecieron dos motorizados (patrullas). No niego que soy de la Resistencia. Porque a mi pueblo lo voy a defender. Las cosas como están ahorita, muchas veces la gente se agacha la cabeza pero el pueblo ya despertó. Y yo digo con orgullo que yo muero por mi pueblo si es necesario.”
“Yo estaba formando un grupo de la Resistencia cuando llegó la motorizada y uno de ellos sacó la pistola. ‘¿Por qué saca la pistola? ¿Qué le pasa? Somos hondureños, nosotros andamos en paz, no hay armas, palos o piedras’, dijimos nosotros.
“’No hay ningún problema’, contestaron ellos. Pero cuando se fueron, comenzaron los muchachos a gritar consignas y eso no les gustó. Cuando yo miro que uno de ellos levanta un fusil FAL, yo me tiro al suelo pero ya es tarde, ya estoy pegado junto a seis otros compañeros. Dispararon en forma indiscriminada a la multitud. La bala entró acá,“—muestra el muslo de la pierna izquierda—“y salió por el otro lado, mucha suerte porque solo tocó carne viva, nada de musculoso o hueso”.
Estaban a la hora por el levantamiento del toque de queda. Pese a eso fueron salvajemente agredido con armas de fuego de alto calibre, 7.62 mm.
“¿Sabes por qué levantan el toque de queda?” Valladares responde a su propia pregunta sin titubeos, “¡Para matar a la gente! Porque la orden, sencillamente, es de disparar a la gente y la orden viene de arriba, lo sé porque yo estuve en el ejército. Porque un subalterno no dispara así no más sin orden de arriba. Hablan que disparan balas de goma, pura mentira, son de balas vivas. De 25 metros nos disparaban. ¡Que barbaridad! Ellos no piensan, solo piensan en matar”.
Esa misma mañana y la misma hora cuando fueron baleados Mario Valladares y sus seis compañeros, cayó también Jairo Sánchez por las balas de los uniformados bajo el mando del general Romeo Vázquez. Los agentes de la seguridad del DNIC (Departamento Nacional de Investigación Criminal), sin expresar una sola palabra, echaron fuego a la multitud que protestaba contra la dictadura en la Colonia San Francisco.
“Lastimosamente, al compañero le pegaron un tiro en el pómulo derecho, quedando él bien mal de salud,” dice Abel Morales, secretario de actas de la federación nacional de SITRAINFOP, Sindicato de Trabajadores del Instituto de Formación Profesional que en Honduras aglutina casi mil afiliados. Abel Morales explica lo del Maratón que ha organizado su sindicato para los gastos medico de Jairo Sánchez.
En el momento cuando lo entrevistamos en el hermoso parque en Tegucigalpa que constituye la parte central del Instituto, los afiliados del sindicato están realizando un ‘Maratón’ para recaudar recursos económicos porque el tratamiento y las operaciones del compañero tienen un costo de medio millón de lempiras, o algo así como 27,000 dólares. El líder sindicalista está a un milímetro de la muerte.
“Gracias a Dios, el compañero está consciente. Debido a la operación que le practicaron el mismo miércoles de la arremetida no puede hablar. Él solamente hace gestos con la mano, sí, escribe notas para poder comunicarse con nosotros”, dice Morales.
¿Pero el toque de queda se había levantado a esa hora cuando fueron agredidos?
“Sí, precisamente en esos momentos se había suspendido el toque de queda. La Resistencia nos hizo un llamado y atendimos el llamado.”
Inmediatamente, Sánchez fue trasladado al Hospital Escuela pero ante el hecho de que el hospital no posee la capacidad suficiente después de tres meses golpe de estado y ante la gravedad de la herida, fue trasladado a Medical Center, un lujoso hospital privado con los mejores médicos donde fue atendido en seguida.
“Sacaron las esquirlas del proyectil y las esquirlas del hueso que se fracturó y que habían quedado. Repararon también algunas arteras y venas que el disparo había dañado,” narra Morales, indignado.
“En este momento los médicos no se atreven de sacar el tiro porque está alojado muy cerca de la aorta. El compañero puede tener una hemorragia muy fuerte y podría perder la vida.”
¿Cuál fue la reacción de sus afiliados del sindicato cuando supieron sobre el intento de asesinar al compañero?
“Llamaron a todos los directivos, investigando, porque la verdad es que en este sindicato tenemos una base muy unida. En casos como éste, la gente reacciona de una forma muy satisfactoria”.
Mientras platicamos, se escucha una gran bulla de la Gran Maratón que ha organizado el sindicato para lograr recaudar dinero y así cubrir los altos gastos médicos de su compañero.
“En todos los seccionales en todo el país estamos haciendo éste Maratón para apoyar al compañero. Estamos agradecidos con los sindicatos en todo el mundo, porque hemos recibido la ayuda de todos ellos”.
Morales explica: “Porque la situación en Honduras es dura y nosotros los líderes sindicales somos muy expuestos a esta situación. A las 6 de la tarde el miércoles pasado llegaron a la colonia donde yo resido un contingente de cuatro patrullas con un total de 60 elementos y elementos motorizados e irrumpieron en muchas colonias, no solamente la mía, a tiros, con ráfagas de sus fusiles, allanando casas, rompiendo puertas, sacando algunos compañeros que están en la resistencia. Gracias a Dios, a mi casa no llegaron. Pero hemos recibido noticias que dicen que nos tienen vigilados, más que todo, nosotros dirigentes sindicales que estamos al frente de esta resistencia que para nosotros y todo el mundo es pacífica. Pero viene la policía y el ejército y nos reprimen”.
“La situación se está tornando un poco difícil y los organismos internacionales deberían poner mano en este asunto”.
¿Lista de muerte a dirigentes populares?
A propósito la represión contra los dirigentes sindicales, el año pasado fueron retenidos tres agentes del DCIN por parte de sindicalistas de Sintraunah (el sindicato de la Universidad Autónoma de Honduras, UNAH) cuando estos agentes actuaron en forma extraña. Encontraron una lista con 130 nombres, fotografías de dirigentes populares, sedes sindicales, números de teléfonos de estos, etcétera. ¿Estaba también SITRAINFOP en la lista?
“Los compañeros de Sintraunah, que es un sindicato muy beligerante, lograron retener tres agentes de la DCIN y a ellos decomisaron una lista con 130 nombres de sindicalistas y líderes populares, entre ellos la dirigencia de SITRAINFOP”.
Nueva operación a Sánchez
Vamos al Medical Center en donde el presidente nacional de los profesores politécnicos hondureños, Jairo Sánchez, está esperando una segunda operación debida que la fiebre, que le afecta durante los últimos dos días, no ha bajado. Vemos una persona consciente con una mirada firme y fija que nos dice más o menos como la canción:
¡“Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”!
Audio de las entrevistas:
Mauricio Maldonado, 18, fue baleado en el estómago por la policía cuando se fue a la pulpería durante toque de queda en Tegucigalpa el 24 de septiembre 2009.
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Junior Adalberto Rodríguez, 18 años, activo en la Resistencia fue baleado por el lado derecho de la mandíbula y el tiro salió por el otro lado. Rompió la mandíbula y los dientes.
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Mario Valladares, 47, activo en la Resistencia, fue baleado por la policía en el muslo y el tiro salió por la pierna izquierda.
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Entrevista a Abel Morales, secretario de actas de SITRAINFOP, acerca el intento de la policía política secreta de DNIC de asesinar a Jairo Sánchez, presidente del SITRAINFOP el 23 de septiembre 2009.
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