Toño, como lo conocían su familia y amistades, nació en 1981 un 21 de mayo. Trabajó desde los doce años. Lavó carros, fue cocinero y operario en las maquilas de El Progreso, La Lima y Choloma, ante la falta de oportunidades y la persecución por apoyar las luchas de los trabajadores viajó a los Estados Unidos donde murió en marzo pasado.
“La vida de nosotros fue muy difícil porque el padre de Toño nos abandonó y tuve que luchar para criarlos a ellos. El quería ser mecánico, fue muy activo en la escuela y hasta le dieron varios diplomas”, nos cuenta su madre Calixta Barahona, conocida como Estela en su vecindario de la Colonia Berlín de El Progreso.
Una vida de trabajo
En cuarto grado Toño trabajaba lavando carros para comprar sus útiles escolares y así ayudaba a su hermana Denia quien trabajaba en la maquila KIMI y era quien mantenía la casa.
“Cuando el conseguía 25 lempiras, me daba 10 a mí y él se quedaba con 15, de manera que cuando era tiempo de escuela él ya tenia una mochila llena de cuadernos”, dice doña Estela quien también hacía tortillas para vender. El era el menor, antes estaban sus hermanas Arlin, Denia y Yanina.
Trabajó en una venta de pollo frito y entró al colegio Perla del U lúa en la noche. A medio año se salió porque en su trabajo salía muy tarde y prefirió ayudar a su mamá. Con ayuda de su hermana el siguiente año entró de día al colegio, porque en la noche en tres veces lo intentaron asaltar. Por falta de recursos de nuevo se retiró.
En la maquila
En 1996 empezó a laborar en la cafetería de la maquila Best Form de Choloma. “Yo me levantaba a la una de la mañana y él se iba a las dos de la mañana, lo acompañaba en la calle hasta que lo llegaban a traer”, recuerda su madre. En ese trabajo estuvo año y medio.
En 1998 laboró en Gildan de El Progreso, fue despedido cuando se enteraron que era diabético. Se quedó en el ZIP El Porvenir, en la cafetería de Q.R. Fashion y después regresó a la cafetería de Best Form donde conoció a Zoila Patricia Rivas, con quien hizo pareja y tuvieron a su hija Darían.
Trabajó en Yoo Yang de la La Lima de donde se salió por el poco salario. En el mismo ZIP Continental ingresó en Cheil de Honduras. Ahí comienza su lucha por los derechos laborales y a colaborar en la distribución y recabando información para la revista Vida en la Maquila.
Cheil cerró operaciones en julio del 2001. De un día para otro los coreanos desaparecieron, dejando a unas mil personas sin los salarios que les adeudaban y sin sus prestaciones que ascendían a más de veinte millones de lempiras.
Toño fue uno de los principales animadores de las trabajadoras para que pelearan por sus derechos. “A raíz de la lucha a mi hijo lo anduvieron persiguiendo para matarlo, dos veces vino aquí el hombre que lo perseguía por la colonia”, dice doña Estela.
Buscando una nueva vida
Toño se fue para los Estados Unidos, lo logró en dos intentos. Después de nueve meses en México llegó a Houston donde lo detuvo la migración tres meses. Le dieron asilo político luego de comprobar que fue perseguido por defender los derechos laborales, como constaba en artículos de Vida en la Maquila y otras publicaciones.
Estaba trabajando en un restaurante y estudiaba inglés. El martes 11 de marzo se recibió la noticia de su muerte, en circunstancias confusas. Su madre no cree la versión de que se suicidó y sospecha que un nicaragüense y una norteamericana están involucrados.
Marco Antonio es la muestra del esfuerzo de miles de jóvenes, inteligentes y luchadores, que no encuentran en Honduras oportunidades para realizarse como personas. Se ven orillados a marcharse, generalmente a los Estados Unidos, donde muy pocos llegan y los que lo logran no siempre alcanzan el éxito que buscaban.