El historiador Serge Gruzinski abre un importante debate en torno al pensamiento mestizo de la cultura amerindia y de la expansión del pensamiento renacentista europeo del siglo XVI (1), donde la imposición ideológica evolucionó frente a diversas y creativas estrategias de los pueblos indígenas -que hasta ese momento tenían conciencia de que vivían en los territorios del Tawantinsuyo (región andina), Anáhuac (México) o Abya-Yala (regio actual de Panamá)- por preservar su mundo cosmogónico duramente golpeado con la invasión europea.
Con el trascurrir de los siglos los dominantes ibéricos organizaron y trabajaron arduamente por imponer y controlar el mundo simbólico cristiano-renacentista, que en el tradicional y voluminoso calendario festivo se mantenía el orden establecido en los espacios públicos: profanos y sagrados. Si bien es cierto que los miedos y los excesos estaban presentes en las relaciones sociales en una sociedad fuertemente excluyente, la cotidianidad transcurría sin tener alteraciones y enfrentamientos políticos de gran envergadura, con pocas excepciones. La encomienda del siglo XVI y luego la consolidación de elites criollas vinculadas al comercio, minería y estancias agrícola-ganaderas, quienes a través de los ayuntamientos en ciudades y villas controlaban el poder político local y hacían contrapeso a los funcionarios peninsulares en un ambiente de corrupción e intereses familiares; además el clero tenía un poder que estaba correlacionado a las familias de poder económico. Era el contexto que alcanzaría el siglo XIX, estas elites pasarían a controlar condicionadamente los destinos de los nacientes países republicanos-burgueses.
Los códigos socio-culturales regidos por la hegemonía ideológica occidental, del renacimiento europeo, se manifestaban con sus peculiares características en diferentes clases sociales del periodo de domino ibérico. Las elites por su parte defendían las prácticas y concepciones del antiguo régimen, su lógica de desarrollo económico o de mantener sus privilegios familiares obedecía a su arraigo de clase y la dinámica capitalista atlántica. La movilidad capitalista en el atlántico en siglo XVIII generó la consolidación marítima de Gran Bretaña y otras naciones europeas, por ello al momento de las independencias la América hispana las elites planteaban el desarrollo de las naciones hacia la inversión de los capitalistas de “ultramar”.
En América Central el intelectual y burócrata de la administración de la Capitanía General de Guatemala en el ocaso del “dominio” español, José Cecilio del Valle tenía como argumento las ideas de la “modernidad” ilustrada, me refiero a las ideas de las elites en ser las rectoras de los destinos de las ciudades, en otras palabras pensar por el pueblo pero sin el pueblo. Para José del Valle la apertura al capital externo era la solución para salir del largo letargo de las provincias, era sin duda el típico pensamiento ilustrado de la “modernidad” que se manifestaba aun en calculadores políticos.
El siglo XIX tendría diversas contradicciones, el impulso revolucionario morazanista para destruir las viejas estructuras de poder y dar paso a la nueva movilidad capitalista tendría las consecuencias de una guerra a muerte por las estructuras de poder local, regional y clerical, además de enfrentar los miedos tanto ideológicos –con fuerte manipulación mediática de la iglesia- como de las organizaciones comunales de los sectores bajos, básicamente de indígenas y mulatos. Esta primera etapa de gran envergadura de poner a los nacientes países en la afanosa mundialización capitalista terminaría abruptamente con una reacción conservadora en términos político-religiosos, pero con notarias ambigüedades tanto políticas como económicas (2) , poco estudiadas por la historiografía en el caso hondureño, sin dejar de leer el interesante trabajo del historiador José Guevara Escudero en sus análisis confronta la tradicional forma homogénea de interpretar la historia política y económica con un estudio sobre la variaciones a nivel local(3). La economía de Honduras, según Guevara Escudero, en el periodo de dominio español y muy entrado el periodo republicano en el siglo XIX era mantenida por sitios si articulación comercial directa entre ellos dentro del territorio, en una clara heterogeneidad comercial.
La expansión del capitalismo industrial generó que la lógica de las elites, principalmente de las “liberales” se sometieran en condiciones poco favorables a la fortificación de una burguesía nacional, el raciocinio ilustrado de la “modernidad” supuso que el desarrollo era sin discusión la apertura fácil al capital transnacional. Hay que entender que los conflictos entre facciones dirigidas por caudillos era por controlar un Estado con históricas falencias de poder organizar una república sin el socave de poderes facticos de todo nivel, esto facilitó la hegemonía por décadas de las transnacionales estadounidenses y en términos de política exterior entre Estados, fue sometida al Departamento de Estado desde el tratado de Paz y Amistad de Centroamérica, firmado en Washington en 1907 y las posteriores imposiciones políticas y militares.
La penetración del capital internacional de manera abrumadora después de la Reformas Liberales de finales del siglo XIX y principios del XX, no significaba el inicio del capitalismo en Honduras, sino una etapa de mayor fuerza en la historia de la mundialización capitalista. En otras palabras el capital multinacional en su etapa imperialista con la facilitación generada desde las elites por su vieja lógica ilustrada de apertura a la inversión del norte capitalista para el supuesto desarrollo. Muchos intelectuales abanderaron la lucha antiimperialista de de manera liberal, como fue el caso de Froylán Turcios y otros hondureños y hondureñas del primer cuarto del siglo XX, fenómeno que en Iberoamérica fue cuestionado por el pensador peruano marxista, José Carlos Mariátegui. El entendimiento sobre el imperialismo tenia concepciones tradicionales en el argumento de consolidar los Estados nacionales liberales, sin tomar en consideración el análisis, poco conocido hacia la década de los 20 y aun en la actualidad en el escenario político y social hondureño, de Vladimir Lenin: “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”(4), texto escrito en 1916 en que planteaba la hegemonía de la banca, principalmente después de la crisis de 1900-1903 y la llegada de la Gran Guerra (1914-1919) de rapiña por la hegemonía monetaria mundial, básicamente de los grandes banqueros (Oligarquía financiera, según Lenin) , impulsada principalmente por las potencias imperialistas de la época: Inglaterra, Estados Unidos Y Japón. Este análisis tiene gran envergadura para entender la esencia de cómo se ha expresado la penetración del capital monopólico frente a la lógica “liberal” de las elites de países periféricos como Honduras, que aun en la actualidad siguen enfrascadas en concepciones dieciochescas y decimonónicas, cerrando los ojos por inercia y por las jugosas ganancias de la complicidad saqueadora. En el territorio hondureño se estaba lejos de poder interceder con fuerza liberadora en la mentalidad colectiva colonizada de las elites y ellas como rectoras de manipulación mediática para el pueblo, pueblo sin acumulación profunda de lucha, que para la década de 1920 solo tenían gremios buscando mejor paga. Las elites entenderían después de la década de 1920 la amenaza que significaba el “comunismo”, la revolución era algo de pánico para las estructuras del poder, por ello Carías Andino y los militares serian los ideales “demócratas” que a punta de fusil impusieran la “paz”, aun los liberales urbanos alejados de la necesidades reales de un pueblo sumergido en la profunda desigualdad, sin tierra ni oportunidades concretas de vivir con condiciones mínimas, tal es el caso de anticomunista Ramón Villeda Morales, quien pactaría el golpe de 1963, dirigido a la destrucción del movimiento obrero y campesino.
Durante todo el siglo XX y principios del XXI las políticas concesionarias de entrega de amplias extensiones de tierra y sus respectivos recursos naturales, que generaron el crecimiento de emporios fruteros que modificaron hasta las estructuras urbanas, un ejemplo de ello fueron los “company Town” jerarquizados por los capitalista externos y por los matones que operaban en las campos de las multinacionales. En la segunda mitad del siglo XX, producto de reajustes de los organismo de crédito al servicio del capital se generaron transformaciones que conllevaron a una clientela partidista corrupta y a comerciantes que aprovecharon los proyectos de inyección de capital y control de proyectos a través del Estado, propiciando que los más de 20 grupos económicos en la década de 1980 allanaran el camino, principalmente después del ajuste estructural del gobierno de Callejas, a controlar financieramente a costas de la destrucción de Estado, tal como estaba instaurada la lógica de dominación del capital especulativo.
Los gobiernos y la academia local en términos de políticas económicas están en manos de “tecnócratas” fuertemente influenciados por paradigmas del modelo neoliberal, que con leguajes técnicos arremeten mediáticamente para mantener los dictados del BID, BM y FMI, y de los intereses de las elites burguesas internas. Hablan de crecimiento en términos macroeconómicos, mientras la pobreza y sus secuelas llenan de miseria y violencia los espacios urbanos y rurales del país. Las ciudades modelo, idea salida de un ultra neoliberal estadounidense, son el ejemplo de que en esta nueva crisis del sistema son como un reacomodo y expansión de la lógica del capital. Todo ello con aprobación de sectores económicos y políticos que siempre ven la oportunidad de llenar sus bolsillos a cambio de la entrega brutal, como otrora, de los recursos colectivos del pueblo, utilizando el clásico chantaje de trabajo y seguridad para manipular a la población.
En conclusión en los cinco siglos de historia de lo que llamamos Honduras –nombre dado por los colonizadores- la mentalidad colectiva pasó a ser sometida a una concepción clasista, y con la lógica de expansión del capital desde las concesiones de las Reformas Liberales hasta el neoliberalismo, la manipulación se ejerció por el poder mediático desde las estructuras disciplinarias tomando la idea de Foucault (5) como la iglesia o la escuela, pasando por los grandes espectáculos públicos y hasta los monopolios y oligopolios de la prensa contemporánea; que fertilizan a través de una bien orquestada alienación el camino de las elites para entregar indiscriminadamente los recursos a cambio de dinero y de los privilegios de mantenerse en el poder y destruir los avances del movimiento popular organizado. El golpe de Estado del 28 de junio de 2009 y todos los decretos del régimen de derecha son la evidente cara de una larga historia de imposición política, ahora en manos sin escrúpulos de capital multinacional y de elites internas dispuesta a todo por seguir teniendo sus arbitrarios privilegios…
Tegucigalpa, 25 de septiembre de 2012