Roberto Ortíz López. El nombre por si solo no suena ni significa nada. Pero les aseguro que si supieran tan solo un poco de este hombre, coincidirían conmigo en ubicarlo entre los mejores hijos de esta mancillada Honduras.
Este 25 de septiembre de 2012 cumple 25 años de que fue asesinado a plena luz del dia por más de sesenta hombres armados que lo emboscaron en una calle de San Pedro Sula, junto a su compañero de lucha Juan Angel Caballero, cariñosamente “Chito”, hermano del periodista Roberto Arturo Caballero.
En la historia oficial de los poderosos no está y si acaso lo registraran lo ubicarán como un “joven revoltoso”, un “enemigo de la democracia” o como se decía en los ochenta un “delincuente subversivo”.
En la historia del pueblo tampoco está, porque casi nada está escrita y se va con cada luchador o luchadora que muere, peor cuando sus aportes fueron desde la clandestinidad. Por eso mismo quiero hacer la solicitud pública de que cuando se coloque en el sitial que se merecen quienes han amado y entregado su vida por el pueblo estén pendientes de que ahí esté Roberto López, como lo conocimos.
En las notas de periódicos se dijo de Chito algunos datos. Pero de Roberto solo se registra que era “un cargador de bultos” que ayudaba a Juan Angel a mudarse de casa. Como nadie reclamó su cuerpo, fue sepultado en una tumba colectiva.
Conocí a Roberto en 1980 en Choluteca, cuando nos organizamos en el Movimiento Estudiantil Revolucionario del Sur, MERSS, que luego quedó sólo en MERS y unos tres años después sería en todo Honduras el Movimiento Estudiantil Progresista MEP.
Roberto participó en las luchas por hacer oficiales los colegios de Langue, Nacaome y San Lorenzo en el Departamento de Valle, y los colegios de El Triunfo, San Marcos de Colón y Pespire en Choluteca.
Era un estudiante inteligente, de familia muy pobre. Terminó su carrera de Perito Mercantil en el Instituto José Cecilio del Valle en 1980, el cual se hizo oficial después de una fuerte lucha de padres de familia, estudiantes y algunos maestros desde el año 1978.
Era un muchacho disciplinado, siempre con los datos precisos a la mano, extremadamente ordenado en sus asuntos y sus cosas.
Pudo estudiar en la universidad y seguramente ahora sería un prominente profesional. Pero su alto nivel de conciencia lo llevó a optar por entregarse totalmente a la lucha, desde la clandestinidad y cumpliendo las más sacrificadas y riesgosas tareas de un revolucionario.
Dejé de verlo desde 1981 y lo encontré de nuevo como cinco años después cuando compartió como con medio centenar de jóvenes luchadores estudiantes de secundaria muchas horas de desvelo conociendo de la realidad de Honduras y el planteamiento de como lograr la transformación de la misma. Desde luego que ellos nunca supieron su nombre y lo conocieron como Carlos Perez o cualquier otro seudónimo de los muchos que usaba para identificarse. Nos tocó llorar juntos la muerte de otros compañeros.
Se le recuerda no sólo por su capacidad intelectual de hombre sencillo del pueblo, sino por su gran calidad humana, su fraternidad y entrega. En verdad que inspiraba confianza y cariño. Era también muy serio y hacía que los demás también asumieran los asuntos con la debida disciplina.
Juan Angel, militante revolucionario, seguramente es recordado por todos los compañeros sindicalistas con quienes compartió, a escondidas, largas jornadas en el afán de construir un movimiento obrero comprometido no sólo con las conquistas económicas particulares, sino con la transformación de la sociedad. El cariño para el fue tan grande que no creo que en 25 años se haya extinguido. Es tiempo de dar testimonio de ello.
Deben escribirse las biografías de todos y todas las luchadoras y mártires anónimos, algún dia. Por ahora sólo quiero que este 25 de septiembre quienes de verdad queremos que en este pedacito de planeta sus hombres y mujeres vivamos con dignidad, hagan un lugarcito en su corazón para Roberto López y para Juan Angel Caballero, aunque sea la primera vez que escuchan de ellos. Y que los dejen ahí para que los compartan con quienes generosamente lo dan todo por dignificar la vida de los pobres.
Quiero que sepa la única hija de Roberto, quien no tuvo la dicha de conocerlo, que debe sentirse inmensamente orgullosa de su padre y que 25 años después de que nos lo arrebataron, lo seguimos queriendo y admirando. Y así será por siempre.
Roberto y Juan Angel, tus hermanos seguimos amasando el barro para que tomen forma los lindos sueños que compartimos y construyamos la nueva patria como un precioso nacimiento de navidad que en algún momento contemplamos juntos.
Bartolo Antonio Fuentes