MASACRE EN LA HACIENDA DE MEL ZELAYA

La Captura del Padre Iván, Ruth y Mana Elena


El 25 de junio el Padre Iván Betancourt y Ruth García salieron de Tegucigalpa hacia Catacamas.


Habían ido a encontrar a la mamá del sacerdote Doña Felisa Betancourt que venía a visitarle de Colombia, acompañada por su futura nuera María Elena Bolívar. A Doña Felisa la enviaron en avión hasta Juticalpa y María Elena se vino en el carro.


Todavía era de día al llegar a Lepaguare, el Padre quiso comprar gasolina en el aserradero, pero no le quisieron vender. Ramón Enrique Díaz, quien trabajaba para el terrateniente José Manuel (Mel) Zelaya, gritó que allí estaba el Padre Iván. El padre intentó huir rumbo a Tegucigalpa, pero lo persiguieron los militares disparando a las llantas. Unos kilómetros después lo detuvieron en Limones, donde queda el desvío a Salamá.


Amarraron al padre y lo metieron a un carro militar que conducía el Subteniente Benjamín Plata y el Sargento Eugenio Alemán llevó el vehículo del sacerdote con las dos mujeres. Ya entrada la noche los llevaron a la hacienda “Los Horcones”, la cual desde el día anterior estaba ocupaba por un pelotón militar con la autorización de su dueño Mel Zelaya

La barbarie en Los Horcones
Según el informe del gobierno al llegar a Los Horcones el Mayor Chinchilla ordenó a tres elementos del DIN que interrogaran a los seis detenidos llevados de Juticalpa y luego fueron asesinados con un fusil “22 Magnum” proporcionado por Mel Zelaya. Interrogar para el DIN significaba aplicar todo tipo de torturas que iba desde golpes, patadas, toques eléctricos, la capucha, arrancar uñas y otras crueles prácticas.


“Mientras tanto el Padre Iván Betancourt era también sometido a interrogatorio en el cual rindió declaraciones sobre actividades subversivas realizadas en compañía de otros religiosos que constan en una grabación. Después del interrogatorio, el Padre Iván Betancourt también fue muerto. Acto seguido y para evitar que quedaran testigos de los hechos, se procedió al asesinato de las señoritas Ruth Argentina García Mallorquín y María Elena Bolívar Vargas”, dice textualmente el informe de las Fuerzas Armadas divulgado el 23 de julio de 1975.


Los cadáveres fueron llevados en un carro de Mel Zelaya a un terreno como a un kilómetro de la casa. Había un pozo malacate de unos 40 metros de profundidad, como un edificio de más de diez pisos, y ahí tiraron los cadáveres. El subteniente Plata colocó dos cargas de 10 y 17 candelas de dinamita que no lograron sellar el pozo, por lo que se terminó de rellenar con tierra utilizando tractores.


En los días siguientes Mel Zelaya y Chinchilla informaban que los sacerdotes estaban en Patuca con un grupo guerrillero y La Prensa lo destacaba con grandes titulares.
Los primeros siete cuerpos fueron rescatados hasta el 17 de julio.


Se “fugaron” seis del presidio
Eran las 11 y media de la noche del 25 de junio. Los actos de terror aun no concluían.
En el presidio un hombre se paró frente a la puerta del baño donde tenían a los 15 detenidos.

Sacó una lista y pidió que salieran a quienes iba llamando:

– Padre Casimiro Cypher, Juan Benito Montoya, Roque Andrade, Osear Ortiz, Lincoln Coleman y Bernardo Rivera. ¿Y los otros?, preguntó a alguien que no se miraba desde dentro del baño.

– Déjalos para las 3 de la mañana, le contestó.


El encargado del presidio en ese momento, cabo Efraín Clot-her Montes, los entregó por ordenes del Jefe del Presidio, Sargento David Ártica Tablada.
El agente del DIN Enrique Brazo llevó a los seis detenidos hasta la Jefatura, amarrados y en ropa interior, en el carro de Ártica.


“Así se organizó un convoy al mando del Mayor José Enrique Chinchilla dirigiéndose al Valle de Lepaguare a donde llegaron a la 1:30 horas aproximadamente.


El convoy se detuvo en el puente que da acceso al valle ya que parte de la carretera había sido obstaculizada. En el puente los detenidos fueron bajados y transbordados a dos vehículos que ya los esperaban del otro lado, sumándose al convoy los señores José Manuel Zelaya y Carlos Bahr, con dirección a la hacienda “Los Horcones” propiedad del primero”, dice un informe presentado por las Fuerzas Armadas un mes después.
Mientras, desde las once de la noche en radio Juticalpa se da la noticia que se escaparon seis hombres del presidio, dieron los nombres y pedían a la gente que avisaran si los miraban. Ese mismo comunicado se repitió el 26 de junio


LOS CRIMINALES PROTEGIDOS POR EL ESTADO


Mel Zelaya, Carlos Barh, ChinchillayPlata fueron señalados por la comisión investigadora de tas Fuerzas Armadas como los responsables de todo. Sin embargo fueron recluidos en la Penitenciaría Central hasta el 16 de junio de 1979.


Fueron condenados a 20 años de cárcel por homicidio consumado, pero sólo estuvieron en prisiin poco más de un año porque el 3 de septiembre de 1980 fueron favorecidos por el decreto de amnistía de la Asamblea Nacional Constituyente y salieron libres el 11 de septiembre. Ese fue uno de los “logros” del retorno a la democracia con las elecciones de abril de 1980.


como debió ser, sino por homicidio, lo cual deja en evidencia la complicidad de los tribunales para torcer la justicia.


Para colmo, el liberal Roberto Suazo Córdova, primer presidente civil después de los 19 años de gobiernos militares, nombró agre-
fado militar de Honduras ante la epública de Panamá al mayor José Enrique Chinchilla. De esa manera los tres poderes del Estado Judicial, Legislativo y Ejecutivo demuestran su servilismo a los poderosos y mancillan la memoria de los mártires del pueblo.
Tampoco se actuó contra los miembros de la Federación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Honduras (FENAGH) y miembros de la empresa privadaseñalados por las Fuerzas Armadas como responsables de crear el clima de enfrentamiento nacional. Señalaron directamente a Fernando Lardizábal y Bernardo Casanova, presidente de la FENAGH el primero y aserraderos diseminados en el Departamento de Olancho el segundo. Todos ellos siguen siendo personas “honorables”, incluso Lardizábal fue pre candidato a la presidencia de la república por el Partido Nacional.


Fuente: Vida Laboral Edic. # 20, Julio de 2005

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