GRACIELA GARCIA

Graciela García es un símbolo en la lucha popular y por los derechos de las mujeres en Honduras, al realizar aportes importantes en lo social, sindical, político y cultural. Sufrió cárcel, persecución y destierro por sus ideas transformadoras a las cuales nunca renunció.


Desde temprana edad estudió e hizo suyas las ideas revolucionarias de los años veinte, se organizó y contribuyó a la organización de las mujeres y los trabajadores en diferentes ciudades hondureñas, impulsó la educación popular y fue de las primeras mujeres de clara militancia política democrática, patriótica, socialista y anti imperialista.


Graciela García desafió la represión de las dictaduras de los años treinta en Centroamérica y participó en acciones por la democratización de Honduras, El Salvador y Guatemala, países de los cuales fue expulsada.


La mitad de sus casi cien años de vida estuvo exiliada en México, donde siempre se mantuvo vinculada a las luchas de los pueblos por una sociedad con justicia para todos y nunca perdió su


De la Infancia en la Comodidad a la Lucha Popular
Nació El Salvador un dos de enero de 1895. A sus dos años quedó huérfana de madre, pero creció en una situación económica solvente al lado de su abuela en San Salvador, “entre alfombras persas, cortinas de Damasco y espejos gigantescos”. Se hizo maestra de educación primaria, considerado un privilegio de pocas y máximo título al que podían aspirar las mujeres en aquellos tiempos.


Se trasladó a Tegucigalpa en 1915, con su padre José Bernardino Amaya. Ahí se casó el siguiente año con José García Lardizábal con quien compartió 57 años de matrimonio. De su esposo adopta el apellido García pues su nombre fue María Graciela Amaya Barrientos.


Su abuelo materno, general y abogado Felipe Barrientos, fue un luchador por la libertad y autonomía de Centroamérica. Su primo José Luis Barrientos fue dirigente estudiantil y otro, Fernando Barrientos, dirigente obrero en El Salvador.


Esos antecedentes familiares quizás la inquietaron a la lucha. Pero fue su hermano Felipe Armando Amaya quien la inició en la lucha popular y la acercó a las ideas socialistas. Felipe participó en las luchas obreras en los Estados Unidos, luego se trasladó a Honduras donde impulsó la organización de los trabajadores. Felipe fue dirigente popular, estuvo preso en San Pedro Sula y Puerto Cortés a consecuencia de lo cual enfermó y murió en 1935.


Gracielita, como le llamaban sus compañeros, leyó a los grandes pensadores revolucionarios de la época y logró comprender las leyes que rigen la sociedad, las causas que generan la miseria y la ignorancia de las masas explotadas, según expresó en sus escritos.


“Rompí el círculo de hierro de convencionalismos y los prejuicios, para lo cual se requiere valor y no ser esclava ni del dinero ni de la moral burguesa”, cuenta en su libro “Paginas de lucha revolucionaria en Centroamérica” escrito en 1973.


La vida de Graciela García desde los 20 años estuvo ligada a la lucha de las mujeres y al movimiento popular y revolucionario en Honduras, El Salvador, Guatemala y México.


Estuvo al lado de los grandes dirigentes de la época. Fue compañera de lucha de Manuel Cálix Herrera y Juan Pablo Wainrigth, pioneros del movimiento obrero hondureño. Conoció personalmente a Víctor Manuel Gutiérrez, prestigiado dirigente guatemalteco, a Agustín Farabundo Martí el mas destacado dirigente revolucionario salvadoreño y al dirigente obrero y político mexicano Vicente Lombardo Toledano.


En Honduras
En 1923 fue fundadora dirigente y promotora de la Sociedad “Cultura Femenina”, un grupo que dio importantes aportes en la organización de los y las trabajadoras y mantuvo la resistencia contra la sanguinaria dictadura de Tiburcio Carías Andino.


Fue dirigente del Sindicato de oficios varios “Redención” que en 1921contribuyó a la creación de la Federación Obrera Hondureña FOH, la primera en el país.


La dirigencia de la FOH asumió actitudes apegadas al gobierno del cual recibió contribuciones importantes de dinero y realizó delación de los militantes socialistas. Por eso decidió separarse la Sociedad “Cultura Femenina” a la cual pertenecía Gabriela García y luego otras organizaciones.


En 1930 contribuyó en la realización de un congreso de Unidad Sindical en Tela de donde surgió la Federación Sindical Hondureña FSH.


En 1932 se establece en Honduras la sangrienta dictadura de Tiburcio Carías Andino, al tiempo que gobernaban los dictadores Anastasio Somoza en Nicaragua, Maximiliano Hernández en El Salvador y Jorge Ubico en Guatemala.


Carías se mantuvo 16 años en el poder por el respaldo de las transnacionales bananeras, destruyó las organizaciones populares y reprimió cruelmente a todos los opositores mediante su política de “encierro, destierro y entierro”.


Graciela fue de las organizadoras de las gloriosas manifestaciones del 29 de mayo y 4 de julio de 1944 que frente a casa presidencial pedían la libertad de los presos políticos en cautiverio desde hacía 12 años y la renuncia del dictador.


El 4 de julio también se realizó una marcha encabezada por las mujeres en San Pedro Sula. La policía ametralló la marcha donde ahora es la tercera avenida y más de cien personas fueron asesinadas en una masacre que se extendió hasta el seis de julio.


En Tegucigalpa la manifestación del 4 de julio fue disuelta violentamente con bombas lacrimógenas. Unas mujeres fueron encarceladas. A otras que se refugiaron en sus casas se les cortó el agua, la luz eléctrica y prohibieron que recibieran alimentos, para que se entregaran por hambre. Otras tuvieron que salir del país.


“Las señoras que fueron a la cárcel eran de toda clase social. A la escritora doña Graciela García la pusieron en una celda donde había mujeres de mala vida. Por ser de nacionalidad salvadoreña y a gestiones del embajador de su país, le dieron su libertad; pero a condición de que desocupara el país inmediatamente”, dice una crónica firmada por Beatriz Galindo.


Treinta años después, al escribir sus memorias, Graciela reflexionaba sobre esos hechos“Ahora yo pregunto ¿Cuál fue mi delito? Y respondo: luchar por la liberación de Honduras. Y ello, revela este aleccionador contraste: que quienes somos amantes de la libertad y de la justicia sufrimos cárceles y toda clase de atropellos, mientras los reaccionarios y aun delincuentes gozan de privilegios.


En la cárcel constaté la amoralidad del régimen de Carías y sus sicarios y por ello, repito que una de las características de ese régimen sombrío, fue la conculcación de los derechos más elementales y la ofensa brutal a la dignidad humana.


A pesar de las vejaciones de que fui objeto, confieso que la cárcel, en lugar de acobardarme, templó mi ánimo y al salir libre, hice el juramento de dedicar mis esfuerzos, mis energías, a luchar contra las oligarquías y el imperialismo y por la instauración del socialismo”.


En El Salvador
Llegó exiliada a El Salvador el 20 de julio de 1944. Ya había sido derrocado el dictador Maximiliano Hernández y gobernaba provisionalmente el general Andrés Meléndez. Allá se enroló en la Unión Nacional de Trabajadores UNT que agrupaba a millares de obreros y campesinos. Visitó varias filiales en los departamentos.


Fue secretaria de actas del Comité Femenino pro candidatura presidencial del doctor Arturo Romero, el cual agrupaba a centenares de mujeres revolucionarias. En varias ocasiones cuando hacían campaña fueron atacados violentamente por miembros de los partidos conservadores.


Durante ese tiempo Graciela convocó a varias mujeres y organizaron la sociedad que llamaron “Antorcha Femenina”.


Esa efervescencia y ambiente de libertad sólo duró cinco meses, del ocho de marzo al veinte de octubre de 1944, porque el coronel Osmín Aguirre y Salinas dio golpe de Estado y por acuerdo con Carías persiguió a los hondureños establecidos en El Salvador. Gracielita se trasladó a Guatemala.


Allá Se incorporó al “Comité de Liberación Salvadoreña” en apoyo a exiliados y luchadores. Su único hijo, Tomás García Amaya, murió en diciembre de 1944 cuando un grupo de jóvenes se tomó militarmente la ciudad de Ahuachapán en un intento por derrocar a Osmín Aguirre. Tomás tenía 22 años y cursaba el tercer año de medicina.


En Guatemala
Llegó a Guatemala en diciembre de 1944, recién derrocado el dictador Jorge Ubico. Los trabajadores guatemaltecos organizaron un comité de Unidad Sindical, mientras se efectuaba un congreso unificador del cual Gracielita fue secretaria de Actas. Así contribuyó a la fundación en agosto de 1945 de la Confederación de Trabajadores de Guatemala CTG. Se incorporó a las actividades de la nueva organización y participó en las luchas emprendidas.


Fiel a su vocación de educadora y la inclinación por la cultura que le inquietó desde la juventud, promovió y organizó en Guatemala una escuela para la capacitación de los trabajadores llamada “Claridad”. La escuela fue atacada por la prensa reaccionaria, el clero y los políticos conservadores que buscaban el control del movimiento sindical.


En 1946 el gobierno de Juan José Arévalo, al cual apoyaban, les pidió salir a los exiliados centroamericanos porque por su actividad enfrentaba algunos problemas.


En Mexico
Gracielita y su esposo salieron hacia México. Allí recibieron el apoyo de varios compañeros, entre ellos Vicente Lombardo Toledano, presidente de la entonces Confederación de Trabajadores de América Latina CTAL.


En México realizó actividades coHIHBYBBU


ntra la dictadura de Carías, impulsó acciones de apoyo a la huelga del 54 y hasta hace menos de quince años participó en varios comités de solidaridad con los pueblos de Centro América y escribía artículos para periódicos mexicanos.


Durante 33 años laboró en la Secretaría de Educación pública. Se involucró en las luchas reivindicativas, organizó grupos culturales, fue militante de varios partidos de izquierda.


Todavía a sus 90 años tenía ánimos y organizó un grupo cultural con niños en la colonia Peralvillo del Distrito Federal, donde vivió modestamente hasta sus casi cien años.


“Los largos años que he vivido, lejos de decaer mi entusiasmo, han afirmado mis convicciones revolucionarias y moriré con la fe del futuro feliz de la humanidad por medio del socialismo”, escribió a sus 78 años. Y así lo cumplió.


Sus Pensamientos
“Lastimosa y desesperante es la situación de la mujer que, escarnecida y olvidada, lleva sobre sí la cruz de todos los martirios”. Graciela García, Pionera de la lucha de las mujeres hondureñas


Comunicación del Pueblo
“Debemos comprender que en el desarrollo intelectual y la politización de los pueblos, la palabra escrita influye poderosamente y en verdad los pueblos que no cuentan con órganos de publicidad viven en la ignorancia”.


Recordar a quienes lucharon“Creo que recordar y rendir homenaje a los revolucionarios que ofrendaron su vida por grandes ideales, es honrar debidamente su obra de carácter revolucionaria, es honrar su cooperación en los diversos aspectos de la lucha social”.


Ser auténtico militante


• Ser autentico militante revolucionario implica grandes responsabilidades, inmensos deberes y muchos sacrificios.


• Soy enemiga de la ostentación, de la presunción y de los alardes de sabidurías y grandezas.


• Me he mostrado siempre contraria a las claudicaciones, al oportunismo y a las frases ofensivas.


• El militante tiene que luchar contra la incomprensión del ambiente, la abulia e indiferencia de muchos, contra los políticos retrógrados, los lideres corrompidos, las fuerzas enemigas del progreso, los incendiarios de la guerra, y contra el imperialismo y sus lacayos, que cual más, cual menos, son la mayoría de los gobernantes de los países latinoamericanos.


La crítica es necesaria
“La crítica constructiva debe ser una necesidad aceptada por los auténticos revolucionarios, sin embargo, muchos la rechazan, nos negamos a recibirla con entera serenidad, nos sentimos ofendidos, en lugar de ser un motivo de rectificación y orientación de nuestras fallas”.


Debemos tener valor de reconocer nuestros errores, nuestros defectos, pues solo en un ambiente de autocrítica es que podemos educarnos revolucionariamente.


Graciela reconoce haber asumido actitudes negativas como las posiciones sectarias, no saber discutir con más serenidad y alterarse cuando alguien la contrariaba.


Siempre al lado de los trabajadores
Me cabe la satisfacción de haberme colocado siempre al lado de las masas trabajadoras en sus movimientos de reivindicación y de haber colaborado, hasta donde mis capacidades me lo han permitido, para lograr mejores condiciones de vida de las masas explotadas que sufren la opresión y miserias inherentes al régimen social que impera. Confieso que experimento gran complacencia con haber cooperado, aunque en grado mínimo, a la noble causa del proletariado.

Sindicalismo
Considero que mientras el movimiento sindical no sea independiente, democrático y defienda con conciencia de clase sus intereses, no puede existir una lucha auténtica.


La historia
Para analizar correctamente la situación política y económica de un país, es preciso remontarse a años anteriores, abarcando cada uno de los aspectos que deben estudiarse para llegar a una correcta ubicación de la situación que prevalece.”


Los trabajadores deben luchar por sí mismos “Es el propio trabajador quien tiene que luchar y esforzarse por ser cada día mas digno de una vida mejor, ya que lo que no haga él por mejorar su vida, es muy difícil, casi imposible, que lo hagan hombres pertenecientes a otra condición social y para obtener mejor situación, debe organizarse y capacitarse.”

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